Heridas

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Moscú, 1XXX


Caminos desolados, de viejos recuerdos que rumorean en el centro de la atención de los viejos pueblos; El invierno nunca era amable y menos en las viejas estepas y tundras del país eslavo, aun así cada uno de los pobladores agradecía a los zares el beneficio de la vida en aquellas tierras amadas.

— Hermano. — La tenue voz de un joven se levantaba entre las viejas sábanas de la mansión. — Iván. — Lloriqueando aclamaba al gran hombre que era un solo recuerdo en la estadía del cadete. — Vanya. — Gimoteó mientras su mano subía y bajaba sobre su hombría aunque, sabía perfectamente que su hermano estaría en la cama de alguien más. — Vanya

Kaliningrado, 1947

Natalia mantenía su mirada fija en su hermano, en silencio jugaba con el doblez de su vestido pues al igual que el mayor estaba castigada ante las palabras dichas a la mayor.

— Iván. — Llamó con dulzura

— No podemos hablar estamos castigados. — Murmuró acomodando su brazo dislocado; Habían sido benevolentes, Boris había notado como corrían hacía ellos los encargados del orfanato y silbando huyó en la bici pero él no logró hacerlo a tiempo, los empleados reconocieron su particular rasgo violeta y con ello el castigo ejemplar de su padre, resultado un par de costillas doloridas y un brazo roto después de ser golpeado por el pelotón y por el mismo Boris.

— Mmm... — Murmuró la rubia con sarcasmo. — Aún así tú tuviste un premio, un blanco y maldito premio, hermano. — Escupió el veneno, había escuchado tras la puertas las palabras de su padre, cada una de ellas, había nombrado a un albino, un huérfano germano sin valor pero, a pesar de ello, su hermano había llevado un par de girasoles para este.

— No lo llames así. — Amenazó, jalando con furia la coleta alta de la menor, esta no se inmuto, reservada, taciturna dejó que su hermano le castigara por su falta. — Cuida tus palabras Natalia. — La amenaza era total, no dudaría en castigar a una mujer.

— Mano dura ante los traidores, asco que ayudes a un NAZI. — Recalcó la última palabra con odio, los recuerdos y vivencias de esa guerra estaba ahí, marcadas en su ser, dentro de su memoria en las cicatrices de su espalda. Iván inexpresivo decidió dar por zanjada aquella conversación.

La voz de su padre resonó tras la portezuela seguida de la de un general desconocido, había aparecido esa mañana en su puerta, luciendo cada una de sus condecoraciones, llamando a su padre, el cual se tenso al verle ahí, un par de horas habían transcurrido desde ese encuentro y aun podía sentir lo hostil del ambiente. Natalia se acomodo un poco sobre la silla de madera cuando el umbral se despejo dando cabida a los dos adultos, la expresión era más de camarería que al comienzo, el mayor dio un golpecillo amigable en el hombro a Braginski para fijar su atención en los infantes.

— ¿Qué le ha sucedido? — Cuestionó al notar el brazo de Iván.

— Castigo ejemplar. — Escupió con desdén el zapato de su propio hijo.

— Vaya, vaya, debiste ganártelo con creces. — Bromeó con sarna, colocando su sombrero. — Entonces recuerda nuestra plática. — Se retiró sin más que agregar. 

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⏰ Última actualización: Jul 04, 2021 ⏰

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