Capítulo 7 - Rumores

440 74 11
                                    

Horacio no apareció el siguiente día, ni el que le sigue a ese, no apareció por toda aquella semana, lo que se le hacía extraño al ruso, faltaban pocos días para entregar la tarea, si el de cresta no lo tenía a tiempo tendrían ambos mala calificación. Tampoco podía hacer nada, no tenía su número telefónico y no le preguntaría a Gustabo si sabía algo de él, conociendo al rubio no le diría nada, además de la cara de pocos amigos que llevaba. 

 Salió del instituto como los días anteriores, las cosas con Alex también estaban tensas, estaba reacio a hablarle después que lo había dejado plantado para ir en busca de Emma, ni siquiera se había dignado a explicarle el porqué de mentirle, decirle la verdad no hubiera mejorado el cómo se sentía con esa situación, pero al menos sabría que su amigo confiaba en él. 

Decidió no ingresar a su casa, dirigiéndose más allá de esta, nuevamente a aquel lugar que le otorgaba algo de paz, una vez llegó se ubicó en el suelo, sacando de su mochila la libreta de dibujo y comenzó a esbozar líneas tratando de solo dejarse ir sin pensar en nada. Realmente estaba agotado de todo, de las apariencias, de ser el mejor para su madre, de vivir allí, en un lugar en el que apenas se sentía perteneciente.

 ¿Por qué no podía ser como los demás? 

Un par de gotas cayeron sobre el dibujo haciendo que el carbón se deslizara con ellas manchando partes de la hoja, de apoco su vista se iba nublando y pequeños hipidos comenzaron a escucharse en aquel silencioso lugar. 

 Viktor lloraba sin poder detenerse intentando seguir el dibujo, se sentía frustrado, se suponía que a los diecisiete años ya sabría qué hacer con su vida, tendría una linda novia y varios amigos, pero nada era como se esperaba, allí estaba él, con el corazón roto, intentando llenar las expectativas de los demás y sin sueños propios, era demasiado triste y desolador. Cuando por fin se le acabaron las lagrimas, guardó la libreta sin siquiera mirarla, observó por última vez el horizonte y caminó hasta su casa, donde después de tomar un baño se escondió bajo las frazadas deseando que todo aquello pasara. 

 El lunes llegó rápido, nuevamente se encontraba dentro del salón, intentando ignorar a los demás. Como siempre, miraba por la ventana, al menos hasta que un silencio se instaló en el lugar, provocando que por curiosidad observara a sus compañeros. Para su sorpresa, todos se encontraban con los ojos puestos en la puerta, allí se estaba la figura de Horacio, quien había aparecido después de una semana de ausencia, pero eso no era lo que les llamó la atención, el de cresta se encontraba con un ojo morado y el labio partido pero además, se podían divisar lo que parecían varios chupones por su cuello. 

Sin decir nada este se adentró, seguido de Gustabo, que observaba a todos con una mirada que instaba a los demás a no hacer preguntas estúpidas, tomaron asiento en sus lugares, pero el silencio se mantuvo incluso después de iniciada la primera clase. Los rumores no tardaron en llegar, Viktor podía escuchar a las personas cuchicheando por los pasillos, o incluso en los salones y los baños, sin pudor alguno. 

Algunas veces observaba a Horacio, sintiéndose culpable por lo dicho la última vez que se vieron, escuchaba a sus compañeros hablar justo frente al de cresta, como si no fuera de él de quien estaban hablando y se sentía impotente, sin embargo, el de cresta parecía no inmutarse con aquellos comentarios. Realmente nadie sabía lo que le había sucedido, al menos quitando a Gustabo, que por esos días se mantenía a su lado en cada momento, generando algún que otro altercado y varias narices rotas, lo que generó su suspensión el último día de la semana. 

 Volkov no se atrevió a acercarse, ni siquiera para pedirle el resto de la tarea, algo le decía que no estaba hecha y que sería demasiado desconsiderado de su parte reclamarle por ella teniendo en cuenta el estado del de cresta, sospechaba que los golpes en su cara no eran los único que tenía, a juzgar por cómo realizaba cada acción con lentitud. 

Era viernes cuando al salir al patio se armó de valor, Horacio estaba bajo uno de los árboles, solo. Era extraño verlo en soledad, siempre estaba rodeado de gente, pero desde que los rumores habían comenzado todos se alejaban. Tomó aire profundamente, colocó sus manos en las correas de la mochila y se encaminó en su dirección, pensando en cómo comenzar una conversación.

- Hola - llamó su atención una vez llegó, logrando que el menor dirigiera sus ojos a su persona.

- Hola - le saludó sin ganas, poco propio de él - antes que digas nada, no hice el trabajo.

- Lo sé - Viktor tomó asiento a su lado. 

Un silencio incómodo se instaló entre ambos, el ruso no era bueno para sacar temas de conversación, tampoco lo era para disculparse, por lo tanto se mantuvieron mirando al frente por largo rato.

- Escucha - el ruso habló sin apartar la vista del frente - quiero disculparme - hizo una pausa, esperando que Horacio dijera algo, pero este mantuvo el silencio - creo que - desvió sus ojos hacia él - me pasé la última vez y - volvió a pausarse, buscando las palabras - fue muy feo lo que dije, no es lo que pienso realmente. 

 El de cresta continuó sin emitir palabra, provocando que Viktor se pusiera nervioso, no sabía cómo continuar, sin duda las conversaciones no eran su punto fuerte. Comenzó a ver más de cerca su ojo y su labio, bajó hacia su cuello, observando aquellas marcas que estaban casi por desaparecer.

- ¿Te gusta lo que ves? - Pronunció Horacio con voz despectiva.

- Eh, no, no. Solo... - desvió rápidamente la mirada, sintiéndose avergonzado, pero después de un momento volvió a observarlo - ¿Te duele?

- No realmente, al menos ahora no - la campana sonó, señalando la finalización del tiempo libre.

 - ¿Vamos? se incorporó, tendiéndole la mano. 

Viktor sopesó aceptar, estirando su mano para que el otro la tomara y lo impulsara hacia arriba, temió por un momento quedar en el punto de mira de sus compañeros, pero al ver la mirada del de cresta, pensó que ya estaba lo bastante aislado de ellos como para que inventaran lo que quisieran, después de todo, no eran sus amigos.

- Vamos - pronunció, tomando fuertemente su mano para luego encaminarse juntos al edificio.

Hate & LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora