Batalla en Zuzhen

217 52 26
                                    

A la mañana siguiente, ambos actuaron como si nada hubiera ocurrido. JongIn se levantó tan temprano como siempre, se limpió y vistió y KyungSoo lo siguió no mucho después. Juntos bajaron al primer piso, donde se habían reunido otros tantos huéspedes, y el señor SooJin les preparó una sopa que comieron en completo silencio, compartiendo la misma mesa y dejando algunos vegetales al vapor en el tazón del otro de vez en cuando.

KyungSoo había mantenido su promesa de no volver tarde a la posada, de hecho, todo fue bastante sistemático y rápido. Como Zuzhen era un pueblo libre de tabúes y creencias bastante idiotas, los zorros de nueve colas contaban con casas de alimento (casas de placer, de hecho) para sí mismos. Ahí, las presas estaban dispuestas a ser el alimento espiritual a cambio de una bonificación monetaria. Ya que no tenía necesidad de cazar, la selección y el procedimiento fue rápido y conciso. Sin embargo, al volver a la habitación, JongIn se hallaba durmiendo de espaldas a la ventana; no dijo nada, tampoco se dio la vuelta para recibirlo como era costumbre, y KyungSoo se sentía lo suficientemente avergonzado (aún debía averiguar por qué, pues no estaba haciendo nada fuera de su propia naturaleza) como para quedarse callado, cambiarse y echarse en el otro extremo de la cama sin cruzar palabras.

Entonces, sin quererlo, se había colocado un ladrillo en el comienzo de un muro entre ellos, que los separaba y distanciaba a cierta zona segura e inalterable. Era una lástima y el corazón de KyungSoo se afligía por ello, pero no había nada que pudiera hacer. Renunciar a su ser, a su espíritu, era imposible y risible, así que JongIn tendría que soportar su lamentable desvergüenza y sucias costumbres si tenía planeado seguir viajando a su lado.

Se encontraba pensando en ello cuando los pasos del tío SooJin resonaron suavemente en sus oídos desarrollados. KyungSoo bajó el tazón aún repleto y miró al mayor con atención.

—Lamento interrumpir, pero, Soo-ah ¿podrías hacerme el favor de comprarme algunas hierbas y alimentos que necesitaré para el almuerzo cuando termines de comer? Li-ah se fue esta mañana a cerrar un asunto importante. Querernos abrir un restaurante y ella se ha ido a ver locales disponibles, así que tengo que hacerme cargo de la posada junto a Jessica-ah y SooJung-ah y no puedo ocuparme de esto.

Tío SooJin era el tío que menos favores le pedía a KyungSoo. Él era un hombre realmente suave y le avergonzaba enviar a otros a hacer el trabajo que le correspondía (todo lo contrario a su esposa, siempre mandoneando a todos y siendo una tirana), por lo que, el que estuviera aquí hablaba de lo mucho que le importaban estas cosas que necesitaba. KyungSoo no tuvo corazón para negarse (tampoco podría hacerlo en otro caso), así que sonrió grandemente y asintió con fuerza para remarcar su repuesta.

—¡Claro, tío! No tienes que preocuparte. Hazme la lista de lo que necesites y yo iré al mercado y lo traeré para ti.

Un suspiro aliviado brotó de la boca de Jung SooJin y en sus labios se formó una muy pequeña sonrisa. Le palmeó suavemente la espalda y luego le acarició el falso cabello ondulado.

—Muchas gracias, Soo-ah. Eres un niño increíble. Joven maestro, usted puede quedarse aquí; este zorro lo atenderá y proporcionará lo que necesite, siempre y cuando esté a mi alcance.

KyungSoo asintió vigorosamente una vez más porque, de hecho, esto era lo mejor que podía pasarles. Había estado sintiéndose asfixiado con esa oscura sombra negra que los rodeaba y, sin saberlo, se encontró necesitando un poco de aire y espacio, porque si bien no habían estado actuando de forma muy diferente, el peso de la ignorancia y el calor del tema aún seguía latente, muy presente en su pecho. Era conveniente que el tío SooJin lo enviara fuera, de esta manera podía pensar más tranquilamente, sin distracciones y sin la amargura incómoda que lo llenaba y acentuaba el vacío en su interior.

Destinos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora