Rescate al niño prodigio

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No se suponía que KyungSoo intervendría en los deseos iniciales del destino, de hecho, no había planeado dejarse ver ante nadie esa noche; sin embargo, su corazón no era cruel y sus principios le impedían hacer la vista gorda ante alguien que requería ayuda.

Desde lo más alto de un árbol, sujeto al tronco y de pie sobre una firme rama, KyungSoo frunció el ceño ante la imagen de un niño aterrorizado que corría lo mejor que podía con sus pequeñas, cortas y torpes piernas. Sus ropas bien cuidadas y de alta calidad estaban sucias y podía ver un agujero en la zona de sus rodillas; el cabello atado en un moño inicialmente elegante se desparramaba por todas partes debido al ajetreo. Las lágrimas rodaban desesperadamente por sus mejillas rechonchas y sus labios temblaban casi graciosamente. Si no hubiera un monstruo detrás de él con intenciones de matarlo y comerlo, KyungSoo hubiera sonreído ante su presencia desastrosa y adorable.

Presa de la desesperación y el terror, el pequeño cayó al suelo estrepitosamente. Sus rodillas sangraron aún más, abriendo un poco más grandes las heridas que ya tenía. Se encogió en su lugar, llorando ruidosamente, y KyungSoo supo que no podía seguir ahí, sin hacer nada.

Saltó del árbol con precisión y aterrizó justo entre el niño y el monstruo. De su cinturón extrajo un talismán lo suficientemente poderoso como para acabar con las bestias de esa clase (no muy alta, pero que provocaban problemas molestos cada cierto tiempo), y el trozo de papel se adhirió a la piel nudosa y grisácea del monstruo. Casi de inmediato, y gracias a sus poderes espirituales, la bestia se retorció y expulsó un sonoro alarido que partió el aire en dos. Su inmensa y robusta figura tembló con fuerza, estremeciéndose duramente en su lugar, y, finalmente, se destruyó en miles de pedazos que se evaporaron en el aire.

De él no quedaron ni siquiera las cenizas flotando en el viento.

KyungSoo se sacudió el polvo inexistente de las manos y luego giró para mirar al capullo pequeño y tembloroso que aún se hallaba en el suelo. No pudo evitar formar una sonrisa divertida, pues ahora el niño no era más que un bulto sin firmeza que se estremecía y se ensuciaba con la hierba húmeda; tan impropio viniendo de un heredero de una familia prominente, la vista fue realmente refrescante y entretenida.

KyungSoo se acuclilló delante del pequeño y le palmeó dos veces el hombro inestable. El niño dio un salto y soltó un grito que pudo haber roto sus sensibles tímpanos, pero, notando que no había peligro y en lugar de un monstruo había un joven de bonita cara y peludas orejas, el diminuto llorón se detuvo con medio hilo de mocos bajando por su nariz y se sentó lentamente.

—Aigoo, no puedes simplemente gritar de esa manera, pequeño maestro. ¡Casi muero de un susto! ¿Te encuentras bien? Supongo que no fue fácil para ti lidiar con todo esto, ¿verdad? ¡Pero no te preocupes! Ahora estás a salvo —llevó su mano a la mejilla carnosa y suave del niño ahora silencioso y dio un apretón sobre la carne blanda y húmeda por las lágrimas y el sudor—.

De inmediato, y como si se tratase de una luminosa linterna de papel, su cara se llenó de vida, un intenso sonrojo espolvoreado sobre sus pómulos nada pronunciados. El niño sorbió sus mocos, limpió su carita con sus mangas y, no sin cierta torpeza digna de su juventud, se puso de pie para formar una respetuosa reverencia.

—Le agradezco a este joven maestro haber ayudado a JongIn. La familia Kim está muy agradecida y en deuda con usted.

KyungSoo le volvió a apretar las mejillas con una sonrisa despreocupada.

—¡Yah! Cuanta formalidad en un cuerpo tan minúsculo. ¡No es necesario, no es necesario! ¿Cómo no iba a ayudar a un pequeño adorable como tú cuando lo necesitabas? ¡Imposible!

El joven maestro JongIn parpadeó con sorpresa, aún a medio camino de otra reverencia igual de pronunciada que la anterior (y posiblemente demasiado pasmado por haber sido interrumpido). Sus pequeños y brillantes ojos quedaron fijos en su rostro y KyungSoo le dio una palmadita amistosa en la coronilla.

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