Un suspiro y un adiós (parte dos)

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ChanYeol los llevó a un callejón vacío entre dos edificios destartalados y arruinados. Ahí dentro todo estaba en silencio, sin embargo, al inicio del callejón podía escucharse las voces bajas y temerosas de la gente que circulaba en masa calle arriba.

Incluso aquí, en la gran ciudad, las personas se habían envuelto en el halo de la pobreza y tristeza gris que reinaba en los pueblos más remotos del mundo espiritual a causa de la guerra. De pronto, los rostros se volvieron más viejos y el brillo de la capital se perdió entre la destrucción, el polvo, los escombros y la sangre. No existía ni una pizca ni un atisbo de lo que había sido este lugar hace dos años; así como los colores y la música, la esperanza se había perdido. Incluso KyungSoo podría sentirse triste por esto de no cargar un peso abismal sobre sus propios hombros.

Se alejó de ChanYeol un paso y se inclinó para formar una reverencia silenciosa.

—Gracias por traerme. Ahora me marcharé.

La única mano del más joven lo detuvo al colocarse sobre su hombro y aplicar cierto peso. KyungSoo paró en seco y alzó la mirada para hacer conexión con sus ojos oscuros.

—Me dirigiré hacia los escondites secretos de algunos de los jóvenes maestros y los enviaré aquí como refuerzo para usted. Trate de resistir mientras tanto, por favor.

KyungSoo alejó su mano de su cuerpo y dio otro paso atrás mientras se abrazaba a sí mismo con fragilidad visible, las llamas ardiendo en sus pupilas negras como el carbón.

—No me importa lo que haga el joven maestro Park, solo asegúrese de no estorbar mi camino y, de salir algo mal, que las cosas por las que mi corazón luchó no sean en vano. Eso es lo único que puedo pedirle. Me retiraré ahora.

Volvió a formar una reverencia y se apresuró a salir del callejón lo más pronto posible, sin mirar atrás.

ChanYeol los había teletransportado hacia una zona cercana del frente de fusilamiento, sin embargo, había tanta gente caminando en la misma dirección, todos agrupados entre sí ante el miedo y la tristeza al verse obligados a presenciar esto, que impedían una movilización más eficaz y veloz. Aunque una persona de pies ligeros como él fuera excepcionalmente talentosa, se vería obstaculizado por una marea de personas apretujadas entre sí.

—Maldita sea, solo apártense de mi camino, joder.

Tras él, a unos metros de distancia, KyungSoo podía escuchar las exclamaciones extasiadas de los guardias imperiales que los llevaban a todos como ganado, obligados a presenciar los horrores de la guillotina.

—¡Vamos, muévanse, todos caminen rápido! ¡No hagamos esperar a Su Excelencia, el emperador, por más tiempo! ¡Apresúrense! Mierda, ¡dije que se muevan!

El sonido de un látigo rompiendo el aire en dos se escuchó por todas partes, seguido de cerca por un aullido cargado con dolor de una joven muchacha. KyungSoo apretó la mandíbula ante la aparición del llanto desesperado y un nuevo golpe despiadado, pero no pudo hacer más que endurecer su corazón y continuar adelante sin volver el rostro.

Lamentablemente, en este momento no podía ser una buena persona, mucho menos un héroe generoso.

Con la llegada de los golpes del látigo, las personas se movieron con más rapidez al querer evitar ser reprendidos. Esto favoreció a KyungSoo enormemente, así que aprovechó la oportunidad y se movió fluidamente entre cuerpos robustos y delgados con una maestría y experiencia distinguibles.

Solo se detuvo cuando apareció ante todos la plaza del pueblo, que había dejado de ser una simple plaza para descansar hace mucho tiempo. Ahora era el lugar donde se asentaba la muerte y la impotencia.

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