Sanemi Shinazugawa

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Sanemi suspiró mientras ponía el plato de comida en frente tuyo, no tenía mucho que regresó de una misión y ya que estás a su cargo, fuiste su primer pensamiento. Se sentó en frente tuyo, se cruzó de brazos, pese a que tenía una mirada severa, no está enojado. Ninguno de los dos dijo nada, el orbes amatista espera a que tomes los palillos para empezar a comer; pero sólo le miras como un cachorro regañado. El silencio reina, de poco a poco comienzas a sentirte incómoda, derrotada por el silencio del mayor tomaste los palillos para agarrar algo de arroz y luego llevarlo a tu boca. En cuanto lo hiciste te diste cuenta como su mirada se suavizó, notaste alivio en sus ojos.

—¿Por qué no has comido? —cuestionó.

Bajaste la cabeza, observaste el plato con comida para no tener que verlo a él; tragaste saliva.

—No tenía hambre.

Respondiste. Eres un gran problema para Sanemi, desde que decidió hacerse cargo de ti debido a la pena que sintió, no creyó que fueras a importarle tanto. Si no siguieras tan mal por tus recuerdos sobre aquel demonio o la muerte de tu familia, habría hecho lo mismo que hizo con Genya, pero a ti no puede abandonarte a tu suerte y protegerte. Saldrá contraproducente, te vas a lastimar sin siquiera saber que te estás lastimando. De nuevo el silencio se apoderó en lugar, el hombre de cabello blanco no está diciendo nada, sabe lo mucho que el silencio funciona contra ti y lo está aplicando. Empezaste a jugar con los palillos, tus nervios también aumentaban al igual que tu ritmo cardiaco. Estás callada porque te encuentras pensando buenas palabras para responder, no quieres decir frases cortas, deseas dar una buena excusa para no defraudar a tu cuidador y amigo.

—Sabes que no puedo ponerte atención cuando me voy, ________ —su firmeza te hizo estremecer.

—No es eso —negaste murmurando.

—¿Cómo has dormido?

—La luna está más allá de la mitad del cielo, más tarde de la medianoche quizás —respondiste tratando de recordar. —Veo la luna en la noche y el tiempo se me va volando.

—Quiero que escuches bien, voy a estar aquí durante una semana hasta que vuelvan a requerirme —asentiste. —No quiero que veas la luna hasta tan tarde, si no puedes dormir solo toca y llámame.

Tus ojos brillaron, una sonrisita apareció en tu rostro. Conoces a los demás compañeros de Sanemi, sabes quienes son y hasta haz convivido con ellos, pero no hay nadie como él. Sanemi te salvó, sin embargo Kagaya te dio a elegir con quien quedarte, pudiste haberlo hecho con aquella chica de la sonrisa amable o la joven risueña de cabello bonito, puedo mencionar múltiples razones para cada pilar, pero elegiste al de orbes amatista, y él también te escogió a ti. No quieres decepcionarlo, sabes lo difícil de su personalidad e incluso algunas veces has hablado con su hermano; los demás cazadores podrían mencionarte a sus espaldas lo malo y molesto que es, pero él te cuida y lo hace sin buscar algo a cambio, eso viste en su persona.

—Sanemi —dejaste los palillos a un lado del plato, él te miró. —Hace frío.

—¿Quieres una manta? —negaste.

Diste un par de pasos hacia el y luego te arrodillaste en frente suyo, la diferencia de altura se hizo notoria. Tus manos fueron a dar a su uniforme el cual dejaba expuesto su pecho y sus abdominales, lo cerraste, causaste una mirada de confusión en su rostro.

—Debería coserle unos botones a tu uniforme —dijiste mirándolo a la cara. —No se trata solo de mi salud.

Con una de sus manos echó su cabello para atrás y luego revolvió el tuyo.

—Ya no eres una niña, no digas tonterías como esas. Soy yo quien está a cargo de ti, no tú de mí.

—Eso no evita que me preocupe por ti —lo soltaste.

Kimetsu no Yaiba | One Shots  | #2 PAUSADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora