CAPITULO XXVIII

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CAPÍTULO XXVIII.- LA BODA DE RITA

Esa misma noche, Silvia llamó a su padre, le informó que ya había sido puesta en libertad, todo estaba bien, bajo control, no había pérdidas que lamentar, simplemente había que mantenerse al margen de los asuntos de esa gente y de esa forma la situación no trascendería a mayores consecuencias.

Don Lorenzo de inmediato se apareció en el piso de Silvia, tenía que corroborar con sus propios ojos que su pequeña estuviera entera y a salvo, que esos desgraciados no le hubieran tocado un solo pelo y así lo hizo.

Se imaginó que durante sus horas en cautiverio habría estado mal alimentada, así que se encargó de llevar la cena, unos pinchitos de los Cachis, que a la pelirroja tanto le gustaban.

Ella intentó cenar y no comportarse grosera con su padre, a pesar de que lo último que deseaba era proporcionar detalles y explicaciones del secuestro.
El comisario lo entendió perfecto y no quiso acosarla con preguntas, se creyó la falsa excusa de que necesitaba descansar y le haría un enorme favor si le permitiera dormir; Pero tan pronto su padre hubo abandonado el apartamento, Silvia en un arranque de esos, tan típicos suyos, tomó las llaves del carro y condujo hasta llegar a la casa de Lola.

A su hermana mayor le sorprendió sobre manera verla allí, en el umbral de su puerta, siendo casi las once de la noche, hasta donde sabía, la Forense había informado que solamente quería dormir y no ser molestada por nadie en las próximas horas.
La invitó a pasar, pero la pelirroja se rehusó, aparentemente lo que venía a decirle no podía ser escuchado por nadie, así que se quedaron en la calle, aunque a Lola le parecía absurdo.

-Pero ¿Tú estás bien hermana?- Preguntaba Lola extremadamente preocupada, a juzgar por el semblante de la pelirroja.

Silvia negó con la cabeza.

¡Por supuesto que no estaba bien!

Nunca lo estaría nuevamente.

Y lo peor es que ya no era capaz de esconderlo detrás de una falsa sonrisa.
-No, no - Seguía indicando con repetidos movimientos de cabeza -Se me ha jodido la vida-

-¿Qué te hicieron esos desgraciados?- Preguntó la mayor de las Castro dando por hecho en su cabeza que habían ultrajado sexualmente a Silvia.

-No, no Lola- Negaba con desesperación mientras que la ya familiar sensación de las lágrimas hacía mella en sus ojos -He sido yo, que la mierda que tienes por hermana se acostó con Pepa-

Entonces sí, Lola ya no entendía absolutamente nada.

¿Qué tenían que ver los amoríos de su hermana con Pepa en todo esto? -A ver Silvia que me he perdido- Sentenció.

-Es que por más que trato, simplemente no puedo, Lola, yo no soy capaz de olvidarla- Decía como una autómata, ignorando por completo que su receptora no se enteraba de nada.

-¡Pero explícate hermana, por Dios!-

-Nada es lo que parece Lola, yo no soy esa mujer integra que todos piensan- Negaba con pesar -Me enamoré de ella y me convertí en una porquería - Se limpió las lágrimas a tallones rudos con los dedos y se le quedó mirando fijamente a aquella mujer, que era la única persona en quien confiaba -Y no es por lo que piensas, no tiene nada que ver con el hecho de que sea una mujer, es algo más...Es algo que realmente pesa...Pesa tanto que resulta imposible que ella y yo nos podamos querer-

-Es que si me hablas en claves yo cada vez me pierdo más, que...¿Qué tiene que ver Pepa en todo esto...? Si hace un par de minutos hablábamos de tu secuestro.

-Es que mientras ustedes se arrancaban el alma de la angustia pensando en que algo terrible me podría pasar, yo estaba en la cama...- Apretó los labios, le daba vergüenza decirlo, pero no podía callar más -Follándome con Pepa-

ARDER CONTIGO EN EL INFIERNO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora