CAPÍTULO XXVI

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CAPÍTULO XXVI . EL ÚLTIMO AS BAJO LA MANGA

15 de noviembre del 2010, 15:09 horas.

Era muy extraño que la mayor de las hermanas Castro se dejara ver por Comisaría, es más, eran de esos fenómenos que solamente ocurren cada año bisiesto, sin embargo, aquella tarde, Lola apareció con unas cuantas bolsas de papel kraft en mano, las cuales contenían comida y llevaban como destinataria a la Forense de San Antonio.
Así que se encontraba golpeando la puerta del laboratorio con los nudillos de la mano derecha.

-Pase- Escuchó la familiar voz de su hermana
pequeña.

-¿Se puede?- Preguntó con una sonrisa asomando medio cuerpo nada más.

-¡Ay pero claro Lola, pasa!- Le indicó Silvia entusiasmada por la sorpresa.

-Apuesto diez euros a que no has probado bocado en todo el día-

-Anda que primero dame dos besos y luego me regañas-

-Pues te traje unos pinchitos y unas croquetas para que no te quedes con el estómago vacío, que ya me ha dicho papá que estás cargada de trabajo- Decía dándole los dos besos.

-Gracias- Respondió con fingida emoción, tomando los paquetes entre sus manos y dejándolos sobre la encimera.

-¿Crees que no lo sé?-
Sin duda, la pregunta de Lola tomaba por sorpresa a la pelirroja.

-¿Que no sabes qué?- Levantó una ceja tratando de analizar lo que verdaderamente tratada de comunicar su hermana.

-Que estás sufriendo, te conozco desde que naciste Silvia y sé perfectamente que estás así por ella-

-La verdad es que no tengo ni la más remota idea de lo me hablas- Respondió sintiendo como los nervios se apoderaban de su voz.

-Hermana que se te nota a cientos de kilómetros que estás mal, que no comes, no cenas y a saber si aunque sea desayunas...¡Mírate nada más, sí estás escuálida y ojeroza!-

-Anda pues gracias por los piropos que yo también te quiero- Dijo de mala manera.

-Vamos Silvia, sabes que tengo razón y no te trates de salir por la tangente que nos conocemos-

-Pues bebo un par de tazas de café todas las mañanas- Se defendió -Y si no me he pasado por tu bar a picar algo no ha sido por falta de ganas, sino de tiempo- Señaló con la mirada la montaña de carpetas que tenía sobre la mesa.

-Pues cuando estabas con Pepa siempre tenías tiempo de pasar aunque fuese a saludar- La miró a los ojos como pidiéndole de esa manera que le tuviera confianza -Tu semblante era distinto- Le recalcó con un deje de tristeza.

-A ver, ya te he dicho que de pronto me he vuelto a sentir ansiosa, ya sabes que cuando me pongo así ...Pues no como, ni duermo, porqué simplemente no me da sueño ni hambre-

-Y es por ella- Le insistió.

-¡No Lola!- Respondió molesta -¡Que es un desajuste de mis neurotransmisores y no tiene nada que ver con Pepa ¡Por Dios!-

-Está bien- Al fin parecía resignarse a que Silvia no le confesaría la verdad -Si no me quieres contar, ¡Adelante! ¡Quédate tú sola con toda tu pena para que se te enquiste!-

-¡Aaash!- Gruñó -Lo tuyo es necedad absoluta, entiende que estoy bien, que no pasa nada, que lo de Pepa terminó porqué simplemente me di cuenta de que no era lo que yo buscaba, que no la amaba como pensaba- Intentaba repetir las mismas mentiras que había estado diciendo desde hace días, como si haciéndolo se las fuera a terminar creyendo ella misma.

ARDER CONTIGO EN EL INFIERNO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora