CAPÍTULO VIII

260 16 8
                                    

"Los hombres no piden la verdad. Sólo quieren que se les disfrace la mentira".
-Louis Dumur-

CAPÍTULO VIII.- ¡QUE AHORA SOMOS CÓMPLICES!

La forense fijó su vista en la alfombra de asfalto, el corazón le dio un vuelco, pero de los feos, imaginaba lo que venía y deseaba gritar, suplicar, implorarle a Pepa que se callara, que no quería escucharla, que le dolería, que no era capaz de manejar esa situación, que la culpa y el miedo no se lo permitirían, que no podía estar lejos, pero es que si las palabras salían de la boca de Pepa...Tampoco podría cerca.

¿Y si es verdad que mata más la duda que el desengaño, entonces por qué yo prefiero vivir con la eterna duda antes de morir acribillada con el desengaño? Si la duda me hace feliz, entonces... ¿Por qué tiene que aclarármelas? ¡Por Dios Pepa, que te calles!.
Ese último pensamiento llegó súbitamente a su cabeza con desesperación al darse cuenta que los labios de quien ansiaba que fuera la Inspectora Miranda se abrían y estaban dispuestos a cortar de tajo con la ilusión de esa burbuja en donde solamente habían estado viviendo ellas dos, al menos por las últimas horas.

-No sé si ya lo sepas ó si solamente te lo imaginas...- Comenzó Pepa nerviosa, aunque para su fortuna o desgracia, la pelirroja seguía con la mirada fija y perdida en el pavimento, no le permitía notar su reacción y de cierta manera, fue eso lo que la empujó a soltar toda la información de golpe...- Quizás no lo entenderías porque ni siquiera yo soy capaz de explicártelo, Pero eso que los demás ven a simple vista no soy yo Silvia...-

La Doctora Castro deseaba correr y colocarse unos tapones en los oídos, concentrarse en otra cosa, oír sin escuchar, ¿Cómo era posible que una misma voz fuera capaz de provocarle emociones tan opuestas?, que la llevara hasta la cima de la dicha y con una frase la hundiera en el fondo de la tristeza.

Pero por más que quisiera huir de la verdad...Las palabras de María José Miranda estaban dispuestas a encontrarla y alcanzarla por más rápido que ella quisiera correr...

-Éste es el mundo real- Continuó -Uno en donde la sociedad utópica perfecta de Skinner no existe, no vale, y yo tuve que aprender demasiado pronto que el altruismo no existía, que si pretendes sobrevivir entre la crueldad de la gente a quienes no le importa deprivar de la seguridad a un ser inocente, entonces tienes que ser más fuerte que ellos Silvia, mucho más astuta, pero sobre todo más despiadada-

Silvia por fin levantó la cabeza, solamente para mirarla horrorizada, cada frase de Pepa  consiguieron dejarla estupefacta, pero esa última palabra..."Despiadada" había sido la estocada final.

-Para...-  Levantó ambas manos para mostrar sus palmas - Que ya fue suficiente -

-No Silvia, necesito contarte todo desde el comienzo - Insistió.

-Es que no me interesa Pepa, simplemente no quiero escucharte-

-Solamente quiero que conozcas las razones que me han traído hasta aquí, antes de que me juzgues- Le suplicó, pero esta vez su mirada de perro triste resultó insuficiente para convencer a una Silvia decidida a cortar de tajo con todo lo que empezaba a sentir por ella.

-¡Pepa, es que no me interesa tu historia!- Fue tajante y si se toma en cuenta que la morena estaba ahí con el corazón a flor de piel, que pudo haberle mentido y sin embargo no lo hizo, pues podría decirse que la actitud de Silvia fue hasta cierto punto un poco cruel
- ¡Vale! Que a lo mejor te tocó pasar por cosas horribles, pero eso no justifica lo que haces, porqué la delgada línea que nos separa de los animales es la voluntad, y tú no eres un animal Pepa, pudiste elegir un modo de vida diferente, uno digno...- Culminó su discurso con un tono de voz que mostraba una infinita decepción.

ARDER CONTIGO EN EL INFIERNO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora