Besos salvajes y sin aliento provocados por un regalo sincero.

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Si le hubieran dicho hace unas semanas que en esos momentos se encontraría recibiendo besos salvajes del hombre del que estaba enamorada desde hace una década, habría pensado que se volvieron locos, sin embargo, ahora mismo podía decir que ella misma perdió la cabeza, sus besos se volvían cada vez mas exigentes robando por completo su aliento, sus pulmones luchaban por mantener el oxigeno en sus pulmones, su espalda choco contra el árbol que estaba a su espalda.

- Yami. – Llamo su nombre mientras colocaba sus manos sobre su pecho para poder tomar aire y pensar en todo lo que sucedía, su rostro ardía de vergüenza de lo que acaba de pasar.

- ¿Necesitas un momento para respirar, Charlotte? – Pregunto besando sus mejilla con suavidad – Por que yo quiero seguir robándote el aliento.

- No... no digas cosas así. – Chillo intentando recuperar la compostura.

- ¿Te lo demuestro entonces? – Pudo sentir su pulso acelerarse y sus uñas enterrarse en su pecho, presentía que la mujer en sus brazos probablemente se desmayaría si la empujaba un poco más. – De acuerdo, respira. – Cambio su postura para abrazarla por la cintura, su mano derecha se poso en la parte posterior de su cabeza para apretarla contra su pecho.

Charlotte estaba teniendo una pequeña crisis mental mientras trataba de procesar todo lo que transcurría, finalmente reunió el valor para confesarse por lo que preparando unos bombones tradicionales invito a Yami a un entrenamiento conjunto, su aceptación estaba acompañada de un entusiasmo inesperado.

El entrenamiento fue bastante intenso, la forma en que luchaba Yami con su espada era muy física y siempre intentaba acercarse a ella para atacarla, cuando consiguieron un ritmo estable para ambos pudo concentrarse mejor, incluso cuando logro inmovilizarlo decidió que era el momento de que le dijera la verdad sobre sus sentimientos.

- ¿Qué pasa, Reina Espinoza? – Pregunto con una sonrisa suave, todavía con la adrenalina corriendo por sus venas no presto demasiado atención a la inestabilidad de su ki.

- Esto es para ti. – Balbuceó con su rostro ruborizado, sus manos temblaban ligeramente mientras le ofrecía la pequeña caja preciosamente decorada, Yami la observó con muchas dudas, no era un ignorante, sabía que recibir un regalo de manos de una mujer podía ser una señal, pero era de la Capitana de las Rosas Azules de quien venían.

- ¿Qué es? – Cuestiono con un gesto de su mano hacia el objeto, todavía retenido por las zarzas de la magia de la mujer, notando esto ella deshizo el hechizo para liberarlo.

- Solo recíbelo.

Yami pondero los acontecimientos, tomo de las manos femeninas la pequeña caja que abrió en ese mismo instante a pesar de que por la expresión de Charlotte no esperaba que lo hiciera, unos bombones que se veían muy caros estaban debajo del envoltorio, su mirada se traslado desde el chocolate a sus ojos azules cielo.

- ¿Charlotte?

- ¿Sí?

Una sonrisa se extendió en sus labios mientras pensaba en lo tierno e infantil que le parecía el gesto de regalarle bombones, con un rubor acentuado en su rostro, sus ojos llenos de una expectación silenciosa, podía escuchar el latido acelerado de su corazón y el nerviosismo que gritaban todos sus gestos.

- Gracias. – Dijo finalmente retrocediendo un paso para darle un poco de espacio solo en ese momento ella pareció salir de su estupor.

- Espera... Entiendes lo que esto significa ¿no?

- ¿Qué por algún motivo me has regalado bombones? – La rubia casi quiso gritar, este hombre no podía ser tan denso ¿cierto? Él entendería el hecho de que ella, de todas las mujeres, ella le estuviera regalando chocolates ¿cierto?

- No, es decir, no es solo eso.

- ¿Qué es?

- Pues... – De repente pudo ver un brillo malicioso en sus ojos oscuros, él lo sabía, su corazón se salto un latido dolorosamente, estaba jugando con ella.

- Dime, Charlotte. – Ordenó inclinándose hacia ella, su rostro a muy pocos centímetros del suyo.

- Me gustas. – Susurro tan bajo que de no haber estado cerca no habría podido escucharla, los ojos celestes se clavaron en la tierra con insistencia, por lo que no fue capaz de ver la sonrisa suave en el rostro masculino, orgulloso por la declaración se sintió halagado, ella era hermosa, nadie dudaría de esa declaración, pero además era inteligente, fuerte, decidida, valiente y leal, comparado a si mismo ella era un sol resplandeciente y él solo una sombra.

- También me gustas, Charlotte.

Pensó que escucho mal o que estaría delirando, eso hasta que sus dedos se apoyaron en su mejilla para hacer que su mirada se encontrara con la suya, su expresión se suavizo al inclinarse para tocar sus labios con los suyos, fue un beso casto, apenas un roce lento que acelero sus corazones, Yami consideraba el verdadero regalo las palabras expresadas por la mujer con toda la timidez del mundo, guardaría todo el momento en su memoria grabada con fuego, no quería olvidar nada del evento.

El cielo dentro de sus ojos.

Su piel pálida pintada de rojo.

El cabello de oro desaliñado por el entrenamiento.

Las palabras preciosas saliendo en un susurro suave de sus labios rosados.

Sus próximos besos fueron cada vez mas apasionados, emocionados por ser correspondido por el otro, pronto faltaba el aire y espacio entre ellos, Yami quería hacerla feliz y disfrutar con ella, pero al mismo tiempo prefería ir lentamente, por lo que abrazándola contra su cuerpo sonrió satisfecho, las manos de ella estaban firmemente apretadas a su espalda, su rostro todavía escondido en su pecho, la pequeña caja de bombones se hallaba en el suelo cuando fue mas importante darle un mejor uso a su mano en la cintura de la rubia, esperaba que no se diera cuenta del fin de los dulces.

Aunque la idea de acompañar sus besos con el chocolate parecía ser una idea tentadora ahora que lo pensaba... 

Cincuenta besos entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora