Capítulo 7

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Aquella mañana comenzó con el cielo nublado y brisas frías provenientes del mar. Así es como se había vuelto el inicio de cada día a medida que se acercaba el fin del otoño. Por ello, en el momento que Haruka abrió la puerta, el aire helado se apresuró en ingresar y colarse entre los pasillos de la casa. Sintió un escalofrío producto del cambio de temperatura, por lo que se acomodó la bufanda alrededor del cuello, cubriendo con ella parte de su boca.

A diferencia de su padre, Sakura no parecía afectado en lo más mínimo por el frío. Simplemente había salido corriendo tan pronto la puerta estuvo abierta, sólo para saltar entusiasmado sobre las hojas secas que ya se habían acumulado frente a la casa. Las sintió crujir bajo sus pies tras cada salto y luego las desparramó en todas direcciones, soltando pequeñas y agudas carcajadas infantiles.

—Hoy estás muy animado —comentó Haruka caminando hacia las escaleras mientras extendía una mano hacia su hijo.

—Es porque hoy va a llover y siempre pasan cosas buenas cuando llueve —dijo el pelirrojo con alegría, corriendo hacia su padre para alcanzar su mano—. En la escuela cantamos canciones y aparecen muchos caracoles en el jardín.

—Eso es muy bueno, ¿eh? La recolección de caracoles... —dijo con diversión, recordando lo mucho que se entretenía Sakura haciéndolos competir en carreras de velocidad— Pero ya no es tiempo de caracoles. Ellos 'duermen' durante el invierno.

—¿Duermen durante el invierno? —preguntó con curiosidad— ¿Cuándo despertarán?

—En primavera, cuando florezcan las flores y los árboles de cerezo.

—¡Para mi cumpleaños! Siempre hay muchos pétalos de cerezo por todas partes —dijo entusiasmado—. Pero aún falta mucho; antes que eso, primero tiene que llover durante el invierno, y también mamá tiene que venir por nosotros —agregó contento y algo distraído, sin darse cuenta del semblante serio que, de un momento a otro, comenzaba a tomar el rostro de Haruka.

—De nuevo sigues con eso... ¿Por qué tendría que venir mamá en invierno? —preguntó el mayor muy atento a la respuesta de su hijo. Sakura sólo sonrió con diversión mientras se llevaba un dedo a la boca.

—¡Es un secreto!

Haruka desvió su mirada hacia un lado para ocultar su incomodidad. Siempre era angustiante escuchar a Sakura hablar tan esperanzado acerca de su madre; cada año, en épocas de otoño e invierno, el niño se volvía más contento de lo habitual diciendo que tal vez su madre los visitaría. El mayor no tenía idea de dónde había sacado esa idea tan extraña, las veces que le había preguntado el pequeño sólo se había limitado a soltar una risita juguetona y a decir que era un secreto entre él y mamá.

—Si mamá no viene este año, tendré que esperar al próximo. Pero, por mientras, puedo seguir hablando con ella todos los días —dijo apuntando a la mochila que colgaba de su espalda.

—¿Llevarás tu diario a la escuela? —preguntó Haruka con un tono ligeramente crítico.

Sakura guardó silencio al instante tras ver la mirada de reprobación de su padre. Alzó ambas manos y sujetó los bordes de su gorro, estirándolo con fuerza hacia abajo para alcanzar a cubrir sus ojos –y parte de la nariz– y evitar así la mirada del mayor. Sabía que estaba prohibido llevar objetos innecesarios a la escuela.

—Lo siento —dijo a regañadientes, con una mezcla entre fastidio y tristeza—. Sólo quiero estar con mamá.

Haruka lo observó atentamente un momento. No quiso agregar ningún comentario simplemente para no molestar al niño, por lo que sólo se limitó a seguir caminando junto a él.

Cuando Llueven EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora