Capítulo 9

1.4K 91 57
                                    

Se suponía que todas las grandes historias de amor comenzaban en primavera. Tal vez era por el renacer de las flores de todos los jardines, o por la gran cantidad de pétalos de cerezo que revoloteaban por la ciudad; por el sol que reinaba en el cielo casi todos los días, o por los colores llenos de vida que surgían tras el letargo del invierno. Lo había visto con emoción en las películas románticas donde los protagonistas corrían gozosos entre praderas floridas; lo había escuchado de las voces de sus amadas madre y abuela, recordando con melancolía las palabras que sus amados esposos habían susurrado junto a la brisa primaveral; e incluso su pequeña hermana –aunque ella no entendía mucho de esas cosas– parecía estar de acuerdo en que los indicios del primer amor comenzaban en la temporada de floración.

Por ello fue que Rin desde pequeño siempre esperó con ansias e ilusión la llegada de aquella estación; si las historias de amor comenzaban en primavera, entonces también allí debían comenzar los grandes sueños y las promesas de futuro. Para Rin, la primavera era hermosa por sus paisajes de ensueño tremendamente románticos, pero además era inspiradora y renovaba su joven espíritu con la esperanza de hallar algo nuevo y mejor en los albores de una vida que recién comenzaba a descubrir.

Lo irónico fue que no tomó consciencia sino hasta muchos años después, cuando ya tenía las medallas profesionales entre sus manos, que lo que siempre anduvo buscando finalmente lo había hallado durante una primavera en los momentos más bellos de su infancia. Se recordaba a sí mismo con las gotas de agua deslizándose sobre su piel, y su pecho subiendo y bajando ante la respiración agitada por la reciente carrera; frente a sus ojos, un tesoro de intensa mirada azul como el mar cuyo brillo encandilador había remecido y encendido todo su cuerpo como nadie más lo había podido hacer. A penas había conocido a Haruka, pero había sido suficiente para que Rin comprendiera que había alguien a quien admirar y seguir para el resto de su vida. Había quedado prendado de Haruka desde su primera competencia en primavera, y aunque en ese momento no comprendió a qué se debían sus propios sentimientos y emociones, lo cierto fue que Rin se esmeró en hacer todo lo posible por derribar las distancias que le separaban de aquel estoico muchacho.

"¿Acaso fue amor a primera vista?" se preguntaba Rin a sí mismo con una sonrisa tímida y el rubor pintado en sus mejillas, al rememorar las escenas de su infancia y comprender que el cosquilleo en su estómago y la exaltación dentro de su pecho se debieron, desde siempre, a la calidez de un amor inocente nacido en los días de primavera. Ése amor que había perseguido con tanto esmero y que finalmente había alcanzado con inmensa alegría, ayudándole años más tarde, incluso, a descubrir su propio sueño y motivándole a seguir juntos el mismo camino hacia el futuro.

Le encantaba Haruka, no podía evitarlo y, por más que intentara disimularlo, lo delataban frente a todo el mundo sus ilusionados ojos carmines y su sonrisa de idiota enamorado. Sí, Rin estaba enamorado y su corazón saltaba como loco dentro de su pecho cada vez que se encontraba junto a ese azul que tanto adoraba; le hacía sentir nervioso y ansioso, como aquella calurosa noche en Iwatobi durante la celebración de Tanabata, el festival de las estrellas...

Tras haber escrito sus deseos en tiras de papel y haberlos colgado en delgados árboles de bambú, Rin no se había dado cuenta en qué momento se habían separado de sus amigos y habían terminado los dos en un solitario mirador ubicado a mitad del monte en cuyos pies se celebraba el festival. Desde allí, en la sutil oscuridad de la noche de verano, podían apreciar la infinidad de luces que proporcionaba el ambiente; algunas eran doradas provenientes de los faroles de papel y velas que iluminaban la calle principal; otras eran blancas y colgaban de las embarcaciones del puerto, reflejándose su luz como centelleos en el suave vaivén de la marea. Era como si esa noche hubiesen llovido estrellas y ahora ellas danzaban en paz y tranquilidad en medio de todo el mar.

Cuando Llueven EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora