Capítulo 4

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Los días sábado en la casa de los Nanase comenzaban bastante tranquilos. Haruka se levantaba muy temprano para tomar con calma un baño. Desayunaba en soledad y luego subía a su habitación a cambiarse de ropa. Solo cuando llegaba a su cuarto escuchaba los rápidos golpecitos en el suelo de madera, que le advertían que su hijo acababa de despertar y venía corriendo hacia él. Todos los sábados era lo mismo, el pelirrojo daba un salto a la cama de Haruka y reía divertido mientras se revolcaba entre las sábanas, extendiendo sus extremidades para abarcar todo el espacio.

—Deberías quedarte aquí y jugar todo el día conmigo —comentó el pequeño aun nadando entre las sábanas.

—Sabes que no puedo, Saku —respondió Haruka con tranquilidad de pie a un costado de la habitación mientras se ajustaba la camisa y demás ropa frente al espejo—. El sábado es un día de trabajo como cualquier otro —agregó.

Eso lo había aprendido desde hacía muchos años. Cuando era nadador olímpico acostumbraba a entrenar todo el tiempo y casi no había días de descanso. Más tarde, cuando se vio obligado a dejar la natación para poder criar a su hijo, tuvo facilidad en acostumbrarse a la idea de trabajar casi todos los días de la semana para conseguir suficiente dinero para ambos. De hecho, su actual trabajo en DolphinS era así, con un horario de medio turno pero que se extendía de lunes a sábado, especial para poder cumplir con las responsabilidades del hogar y del cuidado de Sakura. Llevaba varios años con la misma rutina semanal, así que ya no resultaba ser agotador, aunque había momentos –como todos los sábados por la mañana– donde simplemente deseaba arrojarse a la cama y dormir un rato más junto a su hijo.

—Regresa temprano, papá —dijo Sakura desde la cama, observando a su padre.

—Lo intentaré —fue la simple respuesta de Haruka, quien ahora miraba su reflejo con suma concentración. Removía su cabello hacia un lado, dudaba un momento, y luego lo cambiaba de posición, todo para hallar una forma adecuada para lucir mejor. Todo ese procedimiento fue advertido por el pelirrojo.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó asustado, viendo cómo su padre se acicalaba frente al espejo.

—Visitaré a Tanaka-san. Debo estar presentable —respondió Haruka con su característica indiferencia.

—¿Es una mujer? —preguntó Sakura casi con espanto.

—Sí.

Y esa simple afirmación de Haruka desató la ira del pequeño pelirrojo. Sakura dio un salto, llegó junto a su padre y se aferró con fuerza de los pantalones del mayor, sacudiéndolos con los puños cerrados mientras sus ojos amenazaban con soltar sus lágrimas.

—¡Las novias están prohibidas! —gritó con fuerza, mirando con rabia a su padre— ¡No puedes tener una novia! ¡No puedes!

—Oye, Sakura, tranquilízate.

—¡No quiero que me consigas otra mamá! —seguía gritando furioso, con las lágrimas ya en el borde de sus ojos.

Haruka alzó una ceja y dio un suspiro de resignación. Conocía perfectamente ese tipo de berrinches en su hijo, así que metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono celular, buscó una de las fotografías y se la enseñó a Sakura.

—Ella es Tanaka-san —dijo Haruka. La imagen retrataba a una feliz anciana enseñando una amplia habitación infantil—. Es abuela de mellizos y solicitó a algunos asesores de DolphinS para la remodelación de la habitación de sus nietos. Como es uno de los clientes más frecuentes, no podíamos negarnos a su petición —explicó con absoluta calma, viendo cómo Sakura guardaba completo silencio.

Cuando Llueven EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora