Capítulo 11

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Las bajas temperaturas de la noche aún persistían aquella mañana, notándose el cálido aliento en el aire cuando Haruka bostezó desde su cama al despertar. Se levantó con pereza y se asomó por la ventana. Los intensos rayos del sol forjaron pequeños destellos en sus ojos azulados, llevándole a parpadear un par de veces antes de recuperar su visión. Observó la bahía durante algunos segundos, con su mar tan pacífico y sereno tras aquellas lluvias que parecieron interminables. Bostezó una vez más y salió de su habitación rumbo al baño.

Como era habitual, sus momentos bajo el agua eran rápidos, precisos, sin disfrutar de los largos minutos de meditación que se tomaba hacía muchos años atrás. En aquellos tiempos parecía que Haruka no caminaba al ritmo de la vida, sino al revés, la vida caminaba a su propio ritmo. Él se tomaba el tiempo que fuera necesario para cada una de sus actividades según su estado de ánimo, sus intereses del momento, sus gustos... Todo dependía de él, lo demás no le importaba nada, porque él simplemente quería disfrutar de su tranquila vida. No tenía preocupaciones, ¿para qué?, si a fin de cuentas era Makoto quien se encargaba de sacarlo de su mundo y traerlo de vuelta a la realidad.

Sí, esos eran tiempos buenos y muy lejanos, cuando era un adolescente inmaduro y despreocupado, disfrutando de la compañía de su mejor amigo mientras por su cabeza sólo giraba la idea de nadar por toda la eternidad. Pero los años habían pasado y las circunstancias habían cambiado. Ahora, Haruka debía preocuparse de mantener su hogar y de trabajar cada mes para ganar dinero y cubrir así sus necesidades y, sobre todo, las necesidades del pequeño Sakura que se hallaba bajo su cargo. Ya no había más tiempos dedicados para la vida tranquila de Haruka, sino que ahora el tiempo iba expresamente dispuesto a los cuidados de un alborotado pelirrojo que hacía cada uno de sus días una pequeña aventura. Y Haruka, a pesar de lo muy agotadores que eran sus días, no podía negar que en el fondo le encantaban.

Una vez que terminó de tomar el baño y de vestirse, subió al segundo nivel y se dirigió a la habitación de su hijo. Ya eran las siete y debía despertarlo para ir a la escuela, sin embargo, no pudo evitar detenerse un momento junto a la cama y observarlo atentamente. Sakura dormía arropado entre sus mantas hasta más arriba del cuello, dejando la pequeña nariz afuera y mostrando a penas sus labios levemente separados mientras respiraba delicadamente; sus mejillas estaban un poco sonrosadas y su cabello granate se hallaba desordenado sobre su frente y sobre la blanca almohada. Haruka esbozó una muy pequeña sonrisa, realmente amaba verlo dormir, su bebé se veía tan adorable que por un momento deseó no despertarlo. Sin embargo, el sentido de la responsabilidad era más fuerte.

Lo despertó con cuidado, hablándole con suavidad y remeciendo delicadamente el pequeño cuerpo. Sakura abrió los ojos al instante, estirando en seguida sus brazos y piernas por debajo de las mantas, y bostezando lentamente mientras el aliento tibio se esparcía a través del aire.

—Buenos días, papá —saludó sonriendo desde su cama, con voz soñolienta, mientras se levantaba hasta quedar arrodillado sobre las mantas.

—Buenos días —le respondió Haruka con sonrisa, recibiendo un delicado beso en su mejilla—. ¿Listo para ir a la escuela? Hace frío afuera así que ponte dos camisetas debajo de la chaqueta.

—¿Cuáles camisetas me pongo?

—Las que quieras. Ayer te dejé varias limpias en el armario.

—¿Pueden ser de colores diferentes? —preguntó abriendo grandes ojos de expectación.

—Claro.

—¿Y la que tiene dibujos de animales?

—Las que quieras, Sakura —insistió divertido.

Cuando Llueven EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora