D i e z

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CORREGIDO

N A R R A ______

Al llegar a la academia lo primero que hago es tirarme boca abajo en la cama. No me molesto en quitarme el vestido o quitarme los adornos, ni siquiera los zapatos.

La cabeza me da vueltas, así que me repito mentalmente.

Todo va a estar bien.

Todo va a estar bien.

Todo va a estar bien.

Hasta que me quedo dormida con tales mentiras en la mente.

* * *

Me levantó aturdida. Es cuando miró a mi alrededor que caigo en cuenta que estoy en mi cuarto. Me restriego la cara con ambas manos.

Se siente como si el día de ayer hubiese sido una total y completa pesadilla. Me parece una locura que haya asesinado a un hombre que literalmente —hacia mi— no hizo nada, que hubiese tenido que asistir a su funeral y que su mujer me hubiese reconocido. Aún más descabellado que un hombre con máscara de burlara de mi y otro me recompensara por haberlo matado.

Sin embargo, no fue una pesadilla. Afortunadamente dentro de mi habitación se siente como tal, casi me siento segura. Me estiro y me paro de la cama a la vez que me saco el vestido por la cabeza, voy al armario y saco el uniforme de la academia, me pongo la falda y la camisa primero, las acomodo y me pongo las medias junto al calzado.

Mientras descuelgo el chaleco, tocan la puerta, doy una afirmación para que pase, segundos después Cinco se asoma por la puerta, entra y cierra la puerta detrás de si.

—Ayer te desapareciste...? —lo interrumpo a la mitad de la pregunta.

—El día que vimos los cables en los cuartos —recuerdo señalando a la nada—. ¿Que hicimos diferente ese día? ¿Que no hicimos que siempre hacemos?

Ahora su rostro tiene un gesto pensativo, mientras piensa en la respuesta. Tratando de dejar de pensar en los hechos de ayer, terminé pensando en los cables en la habitación, para que son? Por que los usa Reginald? Y lo que le pregunte a Cinco; ¿Que hacemos siempre que no hicimos ese día?

El parece tener una respuesta así que le presto atención.

—Ese día no comimos.

Tiene razón. Asiento con la cabeza. Ese día nos quedamos dormidos y no fuimos a comer.

—Se me hace raro —comento terminando de abotonar el chaleco—. No se tu, pero yo nunca me había levantado en la madrugada, siempre duermo derecho.

—Siempre pensé que solo era de buen dormir —coincide, asentimos mirándonos mutuamente.

—Será que la comida tiene algo para que nos durmamos, ¿o algo así?

—No encuentro otro motivo.

Me quedo pensativa mordiéndome el interior de la mejilla. Hay tantas cosas que tomaba por normales que nunca me pregunte el «¿por qué?» Esto supongo es otra de ellas.

—Está noche —dice devolviéndome a la realidad—. Investiguemos qué pasó. En su oficina debe haber algo. Para ser exactos en su libro.

—No podemos faltar a la cena —recalcó—. Además dudo que el viejo suelte en algún momento ese bendito cuaderno. Es como si fuera su mascota.

El ríe y niega con la cabeza.

—No vamos a faltar a la cena —explica, levantó una ceja—. Podemos vomitarla antes de que haga efecto. ¿Recuerdas la clase de química de hace unas semanas?

Nuestra historia real [Cinco y tu] ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora