Kouki tragó saliva con la boca seca, sus dedos temblaban, su mirada abierta en su totalidad no querían perderse ni una sola acción del pelirrojo que tenía encima. Seijuro se inclinó sobre su cuello y repartió gentiles chupones a lo largo, Kouki llevó unos nerviosos dedos hasta aquél cabello que parecía brillar como gelatina de cereza, tan suave como terciopelo, su otra mano fue a parar al cinturón negro que limitaba el camino a una firme cadera sensual. Como si tuviera vida propia, consiguió soltarlo sin dejar de suspirar por los besos cada vez más apasionados que hacían su piel enrojecer.
Seijuro lamió su pecho, arrastró la perfecta nariz recta por sus pectorales y luego devoró sus pezones erectos.
—Hmm!
Él no quería mirar, temía que su cuerpo pudiera explotar si viera la perfecta imagen de aquél hombre incomparable besándolo como si estuviera bañado en chocolate. Se mordió los nudillos y soportó un gemido, los pequeños mordiscos rodeaban sus pezones para excitarlo aún más hasta finalmente dar el golpe de gracia al sujetarlos entre dientes, tirando de los pequeños botones sensibles.
—Ah! Sei! —gritó sin dejar de morder sus nudillos, el rostro le ardía, su cuerpo temblaba como si fuera a implosionar— es.. demasiado.. N-no puedo..
—Claro que puedes, mi Kouki lo puede todo.
Una sonrisa felina enseñó los blancos dientes de Seijuro, su lengua rosada se deslizó por el ombligo tembloroso y continuó bajando, sus ojos destellaban y sonreían, se veía tan feliz que era difícil imaginar que esta persona y la que había golpeado a un hombre hace menos de media hora -hasta deformarle la cara- eran el mismo.
Los ojos de Kouki se nublaron en pena, incluso dejó de temblar al remontarse a los problemas por los que había pasado. No sólo el reciente atentado a su vida, desde que despertó en esa cama de hospital, completamente abatido, con una sensación de desgarro en lo profundo de su pecho, sabía que algo estaba mal.
¿Cuantas veces había despertado llorando, gritando un nombre que ni siquiera podía recordar? Incontables noches se había acostado, luego de volver de alguna fiesta con sus amigos, sintiendo que era la persona más solitaria en la faz de la tierra. Le tenía un inmenso cariño a sus amigos, pero no era lo mismo. El vacío que no podía llenar, la sensación de un hueco oscuro en su pecho. Había vivido con el silencioso temor de que aquella opresión nunca pudiera borrarse.
—No pienses en tonterías. —Kouki parpadeó y se encontró con un par de ojos detellantes— Estoy aquí ahora y nunca voy a dejarte de nuevo.
Faltaba poco para que sus frentes se encontraran, pero eso no sucedió. Él abandonó los esperanzados labios de Kouki y sólo dejó un espacio frío cuando sus cabellos se posicionaron más abajo, más allá de su ombligo húmedo de saliva, ardiente por las mordidas que el castaño aún sentía entre estremecimientos.
No había notado que estaba resoplando, jadeando pequeñas nubes de vapor. Su exterior parecía helado al temblar con piel de gallina, pero su interior bullía como un volcán a punto de entrar en erupción. Los suaves labios de Seijuro tomaron la punta de su miembro para besarla despacio, hundiéndola lentamente en una boca ardiente que lo hizo estremecer.
—Haa! S-Sei! Espera..! —Apretó los fuertes hombros cremosos del pelirrojo, cuyo cabello destacaba como una señal luminosa sobre su clara piel, sin embargo él no se detuvo, metió más de aquél miembro duro dentro de su boca y succionó, subiendo y bajando, chupando y lamiendo, fijando sus fervorosas pupilas dilatadas en el castaño.
—Mm.. —Era difícil entenderlo, pero él parecía reírse sin dejar de usar la boca.
Kouki se sacudió y tembló incontrolable, oyó un jadeo y vio los enrojecidos labios que podrían compararse a su cabello cuando éste se separó un poco, sonriendo de lado, con una perversa expresión mientras su lengua goteaba en blanco.
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RPG 2: Red.
FanfictionEl nuevo RPG que volvió locos a los gamers podría volverte rico o.. asesinarte. Continuación de RPG: Los Siete Milagros.