Epílogo

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—Mikasa...Mikasa...

—Parece que está despertando.

-¿Mamá? ¿Tú...? ¡¿Dónde está (...)?!

Recién se levantaba y  lo primero que  ella hacía era  preguntar  por (...).
La madre de Mikasa en silla de ruedas estaba pegada a la cama del hospital de su hija, sujetándole las manos con una angustia notoria.

—Mikasa...

Mikasa intentó levantarse quejándose al instante pues un dolor intenso la invadió.

—¡Detente! Debes recuperarte hija mía.

-¿Dónde está (...)? ¿Dónde está mi mujer?

Su madre puso ambas manos en su boca callando mientras que su padre quien estaba al otro lado  se acercó hacia ella con una actitud desconcertante sin poder mentirle.

—(...) está muerta.

Fue todo un espectáculo, cualquiera tenía que verlo...Mikasa  se quedó perpleja analizando la situación, estalló una carcajada preocupante  para dejarse caer en la cama ocultando con su brazo su rostro y volver a reírse aún más fuerte. Sus padres se quedaron quietos y antes de que hablaran Mikasa se puso a llorar. Todo por la muerte de su amada...su chica...su futura esposa que aunque no lo eran oficialmente para ella era como si lo fueran.

Ya era noticia vieja, habían pasado semanas desde que Mikasa había estado entre la vida y muerte después de haber perdido su bebé y recibir disparos de su novia la cual resultó suicidandose.

Estaba loca, la gente decía, tenía problemas....estaba celosa de que Mikasa estuviese embarazada de un hombre que Mikasa jamás quiso mencionar, por eso le disparó en frente de varios doctores en el hospital, dejando a sus padres destruidos con la noticia...pobrecita...ha de estar en el infierno ardiendo por sus pecados mientras  tanto Mikasa se estaba recuperando en el hospital, era sin duda una mujer demasiado fuerte, tanto que después de perder un embarazo y haber recibido 3 disparos seguía con vida.

¿Y mentalmente? Estaba devastada porque jamás creyó que podía perder el control sobre su (...).

Mikasa volvió a casa de sus padres para una pronta recuperación y con el tiempo decidió quedarse ahí incluso después de estar recuperada, volvió a trabajar y llevar una vida como la de antes, con miles de lamentos en su corazón, con su mirada  siempre puesta en aquella casa, la casa de su antigua vecina.

Un lunes Mikasa llegaba en su auto del trabajo, mirando como siempre aquella casa, notó sin embargo algo que llamó su atención, un camión de mudanzas.
Mikasa tenía el pelo más largo atado en una coleta. Llevaba una camisa blanca y pantalones negros con zapatos del mismo color, con una bufanda roja cubriendo su cuello, un anillo en el dedo y un abrigo en sus brazos. Tranquila se acercó hacia unos hombres que cargaban algunas cosas.

—Disculpen...

—Buenas tardes señorita. ¿Qué se le ofrece?

—-Me llamó la curiosidad ver que están cargando cosas...¿Se mudará alguien?

—En efecto.

—Ya veo...

Se fue a su casa sin decir nada, mientras tanto una vez en ella miraba todo lo que pasaba en la casa vecina y entonces la vio, llevaba un vestido de tirantes, una coleta desarreglada, un caminar torpe y medio lento, esa mujer era la prueba viviente de que el mismo diablo quería tentarla de nuevo, efectivamente Mikasa mordió el anzuelo.

Tan pronto como estuvo la nueva vecina instalada Mikasa fue la primera en darle la bienvenida.

—Buenos días.

—Hola, buenos días.

—Soy tu vecina, me llamo Mikasa.

La mujer era joven, tenía la misma edad que ella o quizás más y su energía...era contagiosa, una energía suave y sumisa como a ella le gustaba, como su (...).

—Mikasa, es un placer—Le tiende la mano—Yo soy Mia.

—¿Mia, eh?

—Así es.

Mikasa la miraba seria y fría, analizando cada detalle de ella, examinándola porque quería saber de ella, quería ver si era como su (...), quería ver si tenía lo suficiente para ser suya.

—¿Sabes? Conocía a la antigua dueña de esta casa.

—¿En serio? ¡Ah que descortés de mi parte! ¿Quieres pasar?

—Sí.

Mikasa entró siguiendo a su nueva vecina Mía, tenía un desorden evidente pero su vecina no parecía avergonzarle en lo más mínimo, la invitó a sentarse en un mueble de la sala y le invitó un poco de té.

—-Entonces conociste a la antigua dueña ¿Eh?

—Así es...

—Bueno no sé si te refieres a la pareja de esposos que me la vendieron o

—No—interrumpe— Hablo de su hija.

—¡Oh! Ya.

—Ella era...

—¿Era qué?

—Era como tú...Mía.

—¿En serio?

Mikasa se puso de pie, caminó dándole la espalda rumbo a la salida mientras le decía:— ¿Te gustaría venir a mi casa mañana, Mía?

 Mía  (Mikasa x lectora) +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora