Otra perspectiva.

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Gracias por seguir leyendo ❤️ muchos cariños.

Perspectiva de Esme

Había nacido prematura según mis padres. Ellos a sus 25 años se decidieron por adoptar a una malaventurada pequeña y flacucha bebé de 1 mes. Me contaron que nadie les dijo de dónde provenía mi existencia, simplemente mi madre o padre biológicos se deshicieron de mi en la calle. Qué mala vida para solo tener un mes de vida. Pero esa mala vivencia solo duró un mes, luego de que mis padres me llevasen a su casa todo fue brillo y arcoíris.

A los 5 años (por lo que cuentan mis padres detalladamente) comencé a llorar por las noches mientras dormía. No me quejaba pero si botaba lágrimas. Me llevaron al doctor en varias ocasiones, incluso al psicólogo. Pero nada ocurría conmigo, no físicamente al menos.

A los 10 años lo vi por primera vez en mis sueños, un hombre joven, alto, esbelto, rubio, de piel pálida, facciones finas e incluso que parecían provenientes de Italia, sus ojos eran indescriptibles, dorados como el oro recién fundido. No sabía su nombre, pero si conocía su voz.

Era agradable soñar con el, me hacía sentir plena y en paz. Pero la angustia me invadía al despertar, deseaba volver con el en mis sueños. Y eso duró muchos años, hasta que decidí (Gracias a mis habilidades) dibujarlo en mis libretas. Comencé a acumular dibujos de sus facciones. Fantaseaba con que algún día pudiese verlo o al menos encontrarme con alguien parecido y deleitarme con su existencia tan... suya.

Mi vida siempre fue tranquila en mi pueblo natal, todo era bosques, lagos, nieve y sol. Salía con mis amigas y amigos casi todos los días. En las fechas de festivales íbamos a las ferias a divertirnos como locos. Desde los 15 a los 17 años fue la mejor época.

A los 16 en una feria compré una gargantilla dorada que decía Esme detrás. Parecía algo vieja y descuidada. El vendedor era un chico hippie que viajaba por varias ferias en el país recorriendo a la vez. Me dijo que solo la encontró tirada en la carretera y supuso que sería de valor por el color dorado.

Luego de los 17 mis amigos comenzaron a mudarse a las ciudades más cercanas para ir a mejores universidades. Todos sabían con claridad las profesiones que querían estudiar. Yo aún no me decidía en alguna. Así que comencé a trabajar en lo que pudiese y así poder comprar mis materiales para seguir pintando o dibujando.

Siempre fui más creativa que mis padres, aunque ellos me inculcaron la música y es por eso que toco guitarra desde los 10 años. Aún así siempre me llenó el arte, y me decidí por el abstracto. Pero el hombre que me acompañaba en mis sueños se hizo presente un día cuando menos me lo esperaba.

Tenía 20 años en ese entonces, trabajaba en un Minimarket y a la vez unos días a la semana hacía clases de matemáticas a unos pequeños vecinos. Me fui con mi perrito Toby al parque que estaba cerca de mi casa para estudiar un poco con un libro de matemáticas.

Eran las 5 de la tarde aproximadamente, el sol estaba bajando con insistencia detrás de mi. Estaba sentada en una banca fría con Toby en mis piernas. Parpadeé dos veces rápido, mis ojos estaban cansados de tanto leer y levanté la vista para calmar mi irritación.

Fueron tres segundos en los que lo miré directamente a los ojos. Era él. Sus ojos de oro y sus facciones finas. Su cabello rubio que se movía lento con la brisa que corría por su cuerpo esbelto. Mi corazón se agitó tanto que creí que no podría ponerme de pie. Había anhelado tanto el momento que cuando llegó me pareció aterrador.

Y fingí demencia ante mi mente segura de que era todo real.

-Vámonos Toby, se está oscureciendo.- Dije temblorosa.

Cerré el libro rápido y Toby se bajó de mis piernas de inmediato. Volví a mirarlo pero con temor, pero ya no estaba. Una rara sensación me recorrió el cuerpo. Me comencé a sentir incompleta de nuevo. Pero no lo quería creer del todo. Me convencí de que todo era una alucinación más de mi locura por el.

Los días pasaban y no volví a verlo. Pero los sueños se hicieron aún más presentes, más que nunca. Todas las noches despertaba ahogada por la melancolía que me provocaba verlo y no poder tenerlo. Estaba enamorada de alguien que no existía...

Mi segundo casi desmayo por su presencia fue en el Minimarket. Estaba de turno a pocos minutos de terminarlo. Ya había limpiado todo y estaba esperando a mi madre para que me recogiera e irnos a casa.

Un auto se aparcó frente a mi y cuando vi que no era mi madre sentí desmayarme. La presión me subió y comencé a sudar mucho. Eran sus ojos y me miraban fijamente como diciéndome mil cosas que yo si quería oír.

Sin dejar de mirarme ni por un segundo se acercó a mi caminando lento. Se veía serio, pero a la vez sereno. Yo me aseguraba de que no fuese algún sueño o algo raro que esté pasando en mi cabeza. Pero sabía que estaba siendo todo real, su cuerpo lo era.

-Buenas tardes, bienvenido- Dije apenas. Estaba sin habla y a punto de caer en pánico.

-Buenas tardes.

Era esa voz, su voz, la que en mis sueños me hablaba para calmarme y decirme que me extrañaba.

Miró mi placa -Esmeralda.

Eso bastó para sentir que me quemaba el alma, su voz salía con delicadas y a la vez graves palabras. Era tan varonil y recatado a simple vista, tal y como lo veía en mis sueños. Aunque debía aceptar que mi mente jugaba conmigo de cierta forma, más de una vez soñé que nos besábamos y para ser sincera, despertaba deseando más...

Pedacito de infierno. /CarlisleyEsmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora