Capítulo 24. Arde

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—¡Hay que esforzarse! ¡Intenta girar!

Mientras las llamas cogían velocidad y devoraban la madera, Ellery y Kayn hacían todo lo posible por coordinar sus piernas hacia la ventana al tiempo que la sensación de mareo iba creciendo. El monóxido de carbono inhalado suscitaba una visión aterradoramente viva del muro de fuego.

—¡No te detengas ahora!

Ellery consiguió encorvarse tomando parte del peso Kayn sobre su espalda. La ventana relucía delante como señal de salvación. El momento de júbilo, sin embargo, duró un instante. Kayn soltó un alarido frente a las vehementes llamaradas que silbaban una melodía grotesca a la altura de sus espectros. Zarandeó para evitarlas, lo que originó que las sillas tambalearan y que Ellery, por un segundo, estuviera a punto de perder el equilibrio.

—¡Kayn, Kayn! ¡Estate quieto!

Torció el cuello para llamar su atención.

—¡Mírame a mí, por favor, mírame a mí!

¿Qué podía hacer para que le escuchara? ¿Cómo paliar el terror a morir quemado? Las palabras que iniciaron aquella estrafalaria relación eran su único salvavidas. Echó la cabeza atrás y gritó:

—¡Kayn, como guerrero elegido por tus dioses que soy, te suplico que me atiendas! ¡Todos tus dioses nos están observando! ¡Esto es lo que querían valorar de ti, de mí, si realmente somos dignos de su misericordia! ¿Quieres que se den cuenta de que han cometido un terrible error?

—N-n-no... —sollozó.

—¿Quieres que dejen de mostrarse ante ti? ¿Que busquen a otro elegido?

—¡No! Son lo único que tengo... —profirió entre lágrimas.

—¡Pues demuéstrales lo que vales! ¡Demuéstramelo a mí! ¡Tienes que ayudarme! ¿No eras mi escudero?

—¡Sí! —Fijó la vista en los ojos del escritor. El temple que exhibía, toda una farsa bien interpretada por Ellery, logró sosegarlo—. ¡Haré lo que sea necesario!

—¡Eso es lo que quería oír! —le insufló ánimos—. ¡Vamos, Kayn! Necesito incorporarme para romper la ventana de una patada. Tenemos que hacer esfuerzo los dos a la vez, ¿estás conmigo?

—¡Sí!

—¡Como antes! —Las piernas le temblaban del esfuerzo. Haciendo acopio de fuerzas, adoptó una postura que le permitiera actuar lo más ágilmente posible—. ¡A la de una! ¡A la de dos!... ¡Tres! ¡Vamos, Kayn!

Todo lo coordinados que pudieron, deambularon por la madera crepitante.

—¡Vamos! Aguanta un poco.

Si alcanzaba a romper la ventana, podrían ralentizar la intoxicación. No tenía otra opción. Debía acertar.

*

El sonido de unos frenos detuvo el correteo nervioso de Gloria. Distinguió a Fisher tras la mirilla de la puerta bajando del vehículo.

—¿Y Ellery y Kayn? —le preguntó nada más verla.

—Aún no han regresado de donde quiera que estén, inspector, y estoy muy preocupada. Hace una hora que habíamos quedado para cenar —le explicó, atacada de preocupación, masajeándose los manos.

Fisher asintió.

—Les había encomendado un trabajo.

—¿Qué trabajo?

—No tengo permitido ponerle al corriente.

—¡Fisher! ¡Dígamelo de una vez!

Se posicionó frente al inspector con la tensión creciendo en su cuerpo.

[7] Ellery Queen: Un delirio místicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora