"Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad".
A. C. Doyle
La concurrida estación de Indianápolis fue testigo de un apretón de manos cordial entre Timothy y Ellery. Con un billete directo a Nueva York en el bolsillo, se apropió de uno de los bancos desocupados a la espera de que transcurrieran las horas hasta las siete en punto, momento en que el tren partiría del andén.
Llevado por el cansancio y lo reciente de los hechos, se desconectó del entorno. Todo aquel que desfilaba a su lado le regalaba una mirada furtiva, preguntándose qué hacía un joven petrificado en la misma posición con los ojos fijos en un punto, ausente en cuerpo y alma. Nadie tenía el don de detenerse y, con la yema del dedo pegada a su frente, adentrarse en su mundo interior.
Recorría las vidas de aquellos a los que había conocido en aquel estrepitoso viaje. Pensó en Henry y la biliosa charla que le depararía su llegada a Nueva York. Pensó en su padre. Cuando escuchara la nueva versión de la pelea entre la inestable pareja de amigos, reaccionaría de la forma más arcaica y paternal posible. Una larga discusión y horas de vigilancia indirecta y no se quitaría sus ojos de la espalda en meses.
Con una invisible sonrisa en los labios, el arco de pensamientos saltó a Kayn. El pobre muchacho que vivía ajeno al maltrato y la denigración de un pueblo entero, enzarzado en su batalla contra el mal con los dioses como fuente de protección, había conseguido desentramar toda una actividad de narcotráfico y asesinato en la pequeña Cornet. ¿Quién podía imaginar que sus delirios eran palabras que disfrazaban una realidad? Ni él mismo le creyó en un primer momento, y ese escepticismo motivó una espinosa meditación sobre su forma de ser. Él no era el guerrero divino que Kayn afirmaba.
¿Cómo serlo si permitió que los prejuicios, aquellos que negaba poseer y que señalaba en terceros, le afectaran al inicio del caso? ¿Por qué sentirse superior a un pueblo que durante años había excluido a uno de los suyos? Fue un golpe de suerte lo que le hizo comprender que no eran unicornios lo que Kayn perseguía. Si no hubiera profundizado un poco más, habría terminado marchándose con la idea fija en la cabeza de que aquel muchacho debía aumentar su dosis de medicación.
Resopló sin despuntar su actitud contemplativa. Uno de los hombres que lo había estado observando desde el banco contiguo se asustó al ver una reacción en el joven que parecía dormido en vida.
La imagen de Kayn y la culpa autoimpuesta dio paso a la inquisitiva Gloria. Aquella mujer le despertaba una ternura indescriptible. Era brava, con carácter y un corazón enorme. La única que había respetado a Kayn al eclosionar su psicosis, que se mantenía a su lado en las crisis, incondicional. Entendía que Kayn hubiera dado su vida por ella. Esa mujer valía una y cien vidas, si era necesario.
Pero ambos perseguían diferentes metas en un sendero muy parecido: Gloria buscaba a un hombre que la comprendiera; mientras, la idea que brillaba al final de su trayecto exhibía una de las miradas esmeralda más hermosas que había iluminado sus días desde la infancia. Gloria y él estaban destinados a compartir la amistad de Kayn, nada más. Nunca sería aquella mujer que conquistaba sus horas de insomnio perdido entre fantasías.
La mujer dueña de sus sueños desprendía un foco de luminosidad en el horizonte tan fuerte como la última estela del ocaso. Imposible no contemplar su aura e intentar tocarla, como si de esa manera todo lo malo, lo negativo, adquiriera el peso de una pluma.
Se levantó y echó un vistazo alrededor hasta dar con una cafetería que calmara su apetito. Pidió un café y un tentempié azucarado y se paró en una de las mesas a recobrar energía. Mientras el dulce sabor restituía su ánimo, los caóticos juegos mentales continuaron con Mike. Deducía el motivo de que hubiera elegido a Kayn como cabeza de turco de su agresividad: la culpa y, muy en el fondo, la envidia.
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[7] Ellery Queen: Un delirio místico
Hayran KurguNueva York, finales de los 50. El descubrimiento de la cara oculta de Jeremy Anderson ha devastado a las gentes de Nueva York. Inmersos durante meses en el juicio contra el psicópata de ojos azules, la cuenta pendiente entre Ellery y Aurora ha queda...