La estridente sirena policial se fusionaba con el silbido intermitente de la ambulancia a la que escoltaba a través del bosque. Los destellos azulados y rojizos desfilaban en procesión ladera arriba, lo que supuso un resoplido de consuelo en el inspector cuando los distinguió en la negrura.
—¡Aquí! —Alzó los brazos para ser visto.
Cuatro agentes de policía trotaron hacia ellos.
—Metedlo en el coche de inmediato —les ordenó Fisher quitando el pie de la espalda de Morgan. El detenido no se resistió; mantuvo los ojos abiertos con imperiosidad y las manos vigorosamente contraídas.
De la ambulancia descendieron tres sanitarios que tiraban de una camilla y pesados macutos.
—¿Y el herido? —inquirió uno de ellos.
—¡Aquí! —Gloria se irguió cubierta de sangre y señaló el cuerpo de Kayn.
El médico y los dos enfermeros echaron un breve vistazo al panorama que les planteaba la cerrazón del valle. La mujer se había apartado para dejarles trabajar, pero el hombre que la acompañaba continuaba apretando el pecho del herido. No daba señales de ser consciente de la llegada de la ayuda. Sus ojos seguían asentados en la sangre fresca.
—Señor, déjenos a nosotros.
Ellery no contestó.
—Señor...
—Ellery. —Gloria le presionó el hombro para que reaccionara.
—Claro, perdonen... —Algo indeciso por lo que pudiera ocurrir al retirar las manos, se incorporó.
Rápidamente, los sanitarios tomaron relevo en torno a Kayn. Le introdujeron en el brazo un catéter al que conectaron dos bolsas transparentes. El médico auscultó con un temple trabajado el pecho descubierto sin inmutarse por la sangre que se impregnaba a sus ropas.
—Aún tiene latido —dijo—, pero muy débil. Tenemos que trasladarlo inmediatamente al hospital.
—Usted también está herida. —El enfermero palpó la herida de la cabeza de Gloria.
—No es nada, puede esperar.
—Eso no lo decide usted. Métase en la ambulancia que llegará en breves. Vendrá con nosotros.
—Pero ¿y él?
Ambos miraron a Ellery. Su cara pálida y ojerosa revelaba los estragos del humo que había inhalado. Encorvado, con el brazo en el techo del coche para no derrumbarse, parecía ausente de la situación.
—¿Le han disparado? —intervino el médico.
—Estaba dentro de la casa que se ha incendiado en la colina.
—Estoy bien... —masculló Ellery.
Médico y enfermero cruzaron miradas. Su aspecto, así como su respiración agitada y débil, hacía trizas su versión.
—Metedlo en la ambulancia. —La camilla traqueteó sobre las piedrecillas del suelo mientras el médico se dirigía a socorrer al escritor—. Míreme, por favor. —Le levantó la cabeza y enfocó una pequeña linterna a los ojos—. Usted también se viene. Los dos. Súbanse en la siguiente ambulancia.
—¿No eran dos hombres los que huían? —preguntó uno de los oficiales al inspector.
—El otro es el jefe de policía, un tal Bruce. No sabemos dónde se ha metido. Pero seguro que habían planeado reunirse en los alrededores. Llevadle a comisaría y hacedle cantar sobre su paradero. Pero antes contacten con Chicago. Pregunten por el jefe Wilson. Luego con Evansville y que os pasen con el inspector Burns. Díganles que Mark y Carson han sido detenidos. Ellos lo entenderán. Si se ofrecen a colaborar con nosotros, acepten de inmediato.
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[7] Ellery Queen: Un delirio místico
FanfictionNueva York, finales de los 50. El descubrimiento de la cara oculta de Jeremy Anderson ha devastado a las gentes de Nueva York. Inmersos durante meses en el juicio contra el psicópata de ojos azules, la cuenta pendiente entre Ellery y Aurora ha queda...