—¡Podemos detenerles a todos, si es lo que pretenden!
Los rugidos del inspector Queen se propagaron por la estancia. Las facciones tensas de los cinco individuos que constituían una línea recta frente a sus invocaciones permanecieron inalterables. El sargento Velie, apostado a su derecha, erguido como el riguroso mástil de un barco, estudiaba con solidez al grupo de sospechosos.
—¿Sin una orden judicial? Eso es absolutamente improcedente.
El hombre que encumbraba el puesto de cabecilla del pelotón cruzó los brazos a la altura del pecho. De figura alta y escuálida y ojos calculadores, desafió la amenaza del inspector.
—Ya nos retuvo veinticuatro horas con la excusa de los interrogatorios. Si sobre nosotros no recae ninguna sentencia que ratifique que alguno de nosotros mató a Gramen, no puede hacer nada. No tiene pruebas, solo la palabrería barata de un viejo policía. No puede reunirnos aquí y retenernos solo porque se le antoje. A diferencia de usted, tenemos cosas más importantes que hacer.
—¿A quién está llamando viejo?
El inspector Queen alzó un dedo acusador, acortando la distancia con el hombre que le dedicaba una sonrisa mordaz. Velie reaccionó al instante. Con un gesto sobrio que emulaba una barrera de contención, consiguió frenarlo.
—Está bien, está bien —dijo el inspector, exhalando resignación en un abrupto resoplido—. Conque esas tenemos. No quieren cooperar, ¿verdad?
Los cinco intercambiaron miradas. Ninguno abrió la boca, lo que el inspector asumió como una afirmación a su pregunta. Se mordió la lengua para evitar soltar algo inapropiado.
—Perdónenme.
Se alejó de la unidad hacia el extremo opuesto de la habitación. Tenía un plan b, aunque ese segundo plan parecía totalmente ajeno de la situación.
Ellery Queen leía recostado en un pequeño sofá junto a la ventana salediza. La luz que la atravesaba incidía sobre las hojas del libro creando sutiles sombras de formas angulosas. Sumergido en la espiral narrativa del libro que sostenía en una mano, con la otra mantenía la cabeza en una ligera inclinación. Su rostro estaba relajado. Una leve sonrisa se instaló en su semblante como consecuencia de un pasaje de la historia.
—Hijo...
Richard se plantó delante como un saco pesado. Ellery tardó unos segundos en levantar la cabeza del libro. Le devolvió una mirada contrariada, como si lo interrumpieran de una actividad más entretenida que el escenario al que se enfrentaba el inspector.
—Esos idiotas me están sacando de mis casillas —manifestó en voz queda—. ¿Puedes dejar ese libro de una vez por todas y ayudarme?
Recapacitó la petición dilatando los segundos. A la par que suspiraba, tendió el libro bocabajo en el sofá y se irguió perezosamente.
—Me has chafado el momento —le recriminó en un tono apacible.
—Ya tendrás tiempo. Como me vaya hoy sin detener a ninguno de estos... —Apretó los labios—. Me niego a interrogar de nuevo a esos energúmenos que tanto me gustaría ver unos días en el calabozo.
Con las manos en los bolsillos, sostuvo un caminar lento hacia Velie, que ostentaba un formal mutismo desde que el inspector había desertado de su posición.
—Señores, debo informarles de algo que desconocen —dijo Ellery estudiando al grupo.
Los cinco pares de ojos fruncieron el ceño.
—Verán, ¿recuerdan cuando nos presentaron hace unos minutos? He de confesarles que olvidé comentar una cuestión de vital importancia —Hizo un corto inciso. Sonrió—: Yo ya conocía al fallecido.
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[7] Ellery Queen: Un delirio místico
FanficNueva York, finales de los 50. El descubrimiento de la cara oculta de Jeremy Anderson ha devastado a las gentes de Nueva York. Inmersos durante meses en el juicio contra el psicópata de ojos azules, la cuenta pendiente entre Ellery y Aurora ha queda...