Capítulo 32. Corazón al descubierto

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—¿Estás preparada?

Ellery esperaba al final de las escaleras. Con unos pantalones capri, una camisa holgada y una chaqueta de lino se sentía otra persona, más ligera y sencilla, como si todo lo vivido días antes perteneciera a la imaginación.

Un taconeo alzó su mirada hacia el segundo piso. Sintió un pellizco en el estómago al ver a Aurora. El cabello suelto le cubría los hombros. Su singular tono escarlata contrastaba vivamente con el fulgurante esmeralda de sus ojos. Los intensificaba de un modo que lo abarcaba todo.

—¿Nos vamos?

Hacía más de un año que no pisaban el "Ocean's Inn". La agradable atmósfera traía recuerdos de los días de verano compartidos.

La penumbra del bar entrada la noche, momento en el que solía estar tan concurrido que los camareros portaban las bandejas extendiendo los brazos por encima de las cabezas, los indujo a entrar con cierta precaución. De la nada, una ráfaga de luces culminó en un estruendo de vítores y colores que iluminó la estancia. Los vecinos de Bar Harbor formaban un corro de aplausos y palabras de ánimo. Guirnaldas doradas y globos decoraban las esquinas del bar. La barra estaba a rebosar de tartas y aperitivos. En uno de los extremos, un grupo de música enfilaba una canción que algunos de los lugareños provistos de cerveza complementaban con alegres pasos de baile.

—¿Qué es todo esto? —inquirió Aurora transitando hacia el centro.

—¡Bienvenidos! —exclamó una de las mujeres al abrazarla—. Jacob nos avisó de vuestra llegada y hemos tenido la idea de festejarlo por todo lo alto.

—¡No teníais por qué! —Se separó de ella, abrumada por la multitud de vecinos que hacían cola para saludarla.

—¡Querida! ¡Estáis aquí! ¡Y de una sola pieza! —expresó otra de las mujeres tras besarla—. Eso es para celebrarlo.

—¡Válgame Dios! No los atosiguéis. —La voz de Jacob se hizo con el lugar—. Venga, dejad que se sienten y tomen unas cervezas.

Se enganchó al brazo de cada uno y los condujo hacia una de las mesas con vistas al mar.

—Todo esto es cosa tuya, ¿eh, viejo bribón? —soltó Ellery al pescador.

—Amigo, cuando hay que celebrar algo, se celebra a lo grande. Y que estéis en nuestra casa es importante.

—Importante para quién.

—¡Para mí! —vociferó encantado—. ¡Dos cervezas para estos jóvenes sedientos! No tardo.

—Esto sí que no me lo esperaba —confesó Aurora observando el bullicio de voces y música.

—A mí no me mires —rechazó estar involucrado—. Jacob es todo un personaje. Pero ya que lo han hecho por nosotros, habrá que sacarle provecho, ¿no?

El camarero apareció al momento con dos vasos de cerveza.

—Invita la casa —dijo, y marchó hacia la barra.

—Brindemos. —Ellery levantó el vaso de cerveza—. Por ti.

Aurora alzó la suya.

—Y por ti.

Chocaron y bebieron del espumoso brebaje que propició una gustosa calidez.

—Por cierto, ¿qué mesa es esta? —El ceño fruncido del escritor avistó a lo lejos la mesa de la que colgaba el tablero con su nombre y que nadie, ni siquiera en su ausencia, usaba más que él—. Ya podían habernos puesto en mi reservado.

—Y el ego Queen reaparece de nuevo —espetó risueña Aurora. Negó con el dedo varias veces dando otro largo trago a la cerveza—. Esta vez me toca a mí —y señaló la pared de la mesa donde se encontraban.

[7] Ellery Queen: Un delirio místicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora