Capítulo VII: No manners

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No tenía ganas de cenar, a pesar de haberse ido antes de terminar su rebanada de pizza, ni energía para meterse a bañar.

Al diablo si tenía pensado terminar la tarea ese día, aventó sus zapatos de una patada y se tiró en la cama.

Se quedó dormida casi inmediatamente.

Despertó cansada a pesar de que no había dormido tantas horas consecutivas desde la tarde en la que se enteró del accidente de Lía.

De mala gana arrastró los pies hasta la regadera, unos minutos después salió envuelta en una toalla y con el cabello goteando, se puso unos jeans de la silla para la ropa que no estaba lo suficientemente limpia para alzarla ni lo suficientemente sucia para echarla a la canasta de ropa para lavar, la primer blusa que encontró en su closet y bajo a desayunar.

Vio la hora en su celular para saber si tendría tiempo para hacer la cama o debía salir corriendo para no llegar tarde y notó que tenía mensajes sin leer de Kuno desde el día anterior.

"¿Puedes mañana después de clases? Vamos por un café."

Respondió sin pensarlo mucho, aceptando la invitación.

En cualquier otro momento se hubiera alegrado lo suficiente como para saltar sola en su cuarto de que para variar esta vez hubiera sido él quién rompía el silencio primero, pero después de la conclusión a la que había llegado, sólo podía sentir estrés.

No tenía el valor de decirle la verdad, pero se había prometido dejar de ocultarle cosas a su novio. Tendría que encontrar la manera de ser honesta con él, pero por el momento se había concedido arreglar todo el desastre primero y hablar con él cuando lo hubiera resuelto.

Por supuesto que era una excusa para posponerlo, pero lo menos que podía hacer por ella misma era darse permiso de lidiar con una cosa a la vez.

Estuvo distraída en clases, es decir, tenía un talento natural para ello, pero era muy molesto cuando era involuntario. Estaba intentando poner atención a la clase, para eso había ido ahí en primer lugar, pero se sentía como si una parte de su cabeza no le hiciera caso.

No era algo inusual en ella para ser honestos, y aunque no se sentía orgullosa de eso, había aprendido a sobrellevarlo y por lo general no le resultaba tan frustrante como en ese momento, así que tal vez sólo estaba irritable.

Había recuperado el mal hábito de ver el celular cada dos minutos, aunque esta vez no esperaba que sonara, sólo no podía quitarse de la cabeza el último mensaje de Kuno.

Quería verlo, lo había extrañado y, bueno, en realidad siempre quería verlo, pero la culpa le impedía sentirse completamente feliz de que la ley del hielo hubiera terminado.

"Al menos ya no tienes nada más que ocultarle" se repetía, decidida a respetar su determinación de no tener ningún contacto con Santiago, excepto para confrontarlo y hacer que le entregara el teléfono de Lía.

La única ventaja de que tu propio cerebro se rebele contra ti y se vaya a algún lado sin tu permiso es que el tiempo puede pasar ridículamente rápido, como cuando cierras los ojos para tomar una siesta y los abres hasta el día siguiente.

Cuando despertó ya había acabado un día completo de clases sin que se enterara de nada.

Kuno la estaba esperando en la puerta principal.

Lo notó desde ese momento. No hubo ninguna reacción cuando la vio aparecer entre la ola de alumnos y acercarse a él sonriendo y agitando una mano, ni siquiera pestañeó.

La tercer mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora