Capitulo VI: Sentimiento encadenado

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El mundo giraba justo como el día anterior, no había cambios en el ambiente ni una evolución rápida, todos los cambios crecían con lentitud, absorbiendo cada detalle de la vida, apreciando la belleza del infinito con movimientos elegantes y danzas impresionantes. Uníamos nuestras voces con la música de nuestros corazones y los entregábamos con confianza a nuestros amantes, y el sentimiento permanecía resguardado, celosamente oculto, siendo solamente compartido por dos personas hasta que estas dos se separasen.

O hasta que uno lo destruyera.

Me pregunte si yo sería capaz de producir alguna clase de sonido en mi corazón, una melodía que sólo fuese mía y que pudiese identificarme completamente. De pequeña pensé que llegaría a encontrarlo,  que con esos sonidos ascendentes y descendentes lograría crear mi propio baile y mi propio ritmo. La voz de mi alma, el sentimiento que se reguarda en mi cuerpo y permanece encadenado, herido. Esperando pacientemente a que la puerta se abra lentamente y poder tocar el cielo con sus alas imaginarias. Cuando era pequeña creía mucho en eso, y lo alucinaba cada vez que miraba el cielo con tranquilidad, obviamente no era un pensamiento tan romántico o profundo como lo he descrito, pero me es difícil describir los sentimientos que tenía de pequeña, me da la impresión que muchos de esos sentimientos no los he vuelvo a sentir; y entiendo porque no los he vuelto a conseguir.

Es porque estoy dejando de ser una niña, y eso de alguna forma me entristece, porque los niños ven el mundo de una forma tan pura y maravillosa que te gustaría quedarte con aquel ideal siempre. Hasta que la burbuja de esa fantasía se rompe y caemos de nuevo al grisáceo color de la vida.

Mi vida no es maravillosa, pero tampoco es una desgracia. De alguna forma todo se equilibra.

Lo que quitas te lo cobra, lo que te arrebata te lo recompensa, lo que te hiere te lo cura. Así de simple.

—¡Esos malditos humanos! ¡Es indignante lo que me han hecho, sin mencionar que se han aprovechado de que estaba herido de gravedad! ¡Todos los humanos sufrirán la furia de Naruto!...eh… excepto ti Sakura, claro— La voz del zorro llena el silencio que yo inconscientemente otorgaba, no parecía que eso le importara al kitsune, y a mí no me molestaba que no dejara de hablar. Debe ser porque empezaba a extrañar su voz parlanchina y constante; es algo extraño, no se había quedado mucho tiempo conmigo, pero de un día para otro sentí como si nos hubiésemos conocido hace mucho tiempo, me asusta un poco ese sentimiento de nostalgia tan perturbador, pero ese sentimiento se opaca sencillamente con otro más fuerte y más intenso. Estoy feliz, estoy verdaderamente feliz el tener a Naruto de vuelta conmigo.

Era una sensación muy cálida y hermosa, encuentro similitud con encontrarse de nuevo con un viejo amigo. Sin querer llevo a Naruto a mis brazos y le doy un efusivo abrazo, tenía tantos deseos de abrazarlo de esa manera y aspirar el dulce aroma de su pelaje. Se quedo paralizado por unos segundos, sorprendido por mi acción tan afectuosa, no tardo mucho para seguir hablando sobre cosas que no llegue a escuchar, en esos momentos estaba invadida por un dulce sentimiento de alegría difícil de explicar. Yo aún permanecía en silencio, sólo abrazándolo cabizbaja, tapando mis ojos con unos cuantos mechones rosados.

Naruto se calló, preocupado.

—¿Sakura? ¿Estás bien? —Preguntó Naruto con un notable gesto de preocupación. Yo no le respondí, seguía callada, disfrutando de ese silencio que emanaba ese ambiente tan tranquilizador. Sin querer termine mareada de toda esa embriagante tranquilidad que el silencio me concedía, provocando que otros sentimientos se desencadenaran y provocaran una explosión de emociones dentro de mi pecho. Explotando en lágrimas.

—Sakura —Susurró Naruto un poco más tranquilo pero con un tono de voz entre angustiado y culpado. Mis lágrimas caían saladas de mis ojos hinchados, se deslizaban suavemente por mis mejillas y perdían sus rumbos a todas direcciones— Perdóname, no quería preocuparte tanto, no volverá a ocurrir—  Yo continuaba llorando, sacando todo lo que no pude sacar cuando Sasori me besó ó cuando me dijo que me gustaba Deidara, todo eso se quedo atorado en mi garganta; me entristecía enormemente esa situación, me había prometido no llorar más frente a él, no quería que me siguiera diciendo lo débil que era.

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