Capítulo VII: El segundo candidato

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El mundo se aglomeró con sencillez, se empujaban las masas unas con otras con ansias descontroladas, corriendo escabrosas por el pavimento, tirando celulares, broches para el cabello, pendientes, anillos; accesorios absurdos habidos y por haber. El maquillaje un poco arruinado, el exceso de rubor arraigado, descontrol dentro del propio autocontrol. Atacando como bestias salvajes y caer desfallecido en algún lugar recóndito del mundo, seguro, protector.

¿Qué diferencia habría entre una selva y una ciudad metropolitana sobrepoblada?

Yo no encontré ninguna, en ambas esta el instinto básico de supervivencia, en cualquier lugar sólo perdura la ley del más fuerte.

¿Qué será la fuerza en sí? ¿Qué verdadero significado tiene la palabra?

—¡Hey, Sakura! ¡Ya pasamos! —El anuncio ensordeció a la mitad de las personas que se encontraban en nuestro alrededor— ¡Vamos, antes de que el bullicio nos aplaste!— Exclamó con una desbordante emoción. Sujetó con fuerza mi brazo y me arrastró con rapidez al asfalto, prácticamente estábamos corriendo, y no era porque nuestra vida peligrara por algún conductor que tuviese prisa, más bien huíamos de las millones de personas que nos perseguían por atrás, como película de terror. El cruce de Shibuya era uno de los más grandes de todo el país (quizá de todo el mundo), cuando está inundado de gente es difícil saber si es un paso peatonal  o si cerraron la calle; este es uno de los lugares que Ino y yo frecuentamos ir, y no necesariamente por el maratón que nos montamos cada vez que vamos por el cruce. Es debido a la rutinaria visita a Mandarake, una de las tiendas de mangas más famosas del mundo. No me dan mucho esas cosas, pero Ino es la obsesionada.

—¡Ino! ¡Espera! ¡Siento que me vas a arrancar el brazo! ¡Más despacio!— Grité, ya casi con el miedo de que en verdad me fuera extirpar el brazo del resto del cuerpo con tanto jaloneo animal, y es que Ino se pone de lo más eufórica cuando la palabra "anime" y "manga" están de por medio.

—¡Claro que no pararé! ¿¡Sabes todo lo que tuve que esperar para que al fin saliera?! ¡Meses! ¡Nada de días o semanas, fueron meses! ¡Ya casi años!— Su tono delataba que mi comentario le ofendió por alguna parte. Me miró por el rabillo del ojo con autoridad mientras apresuraba el paso con velocidad.

—¡Tampoco exageres!— Esas cosas no las entendía muy bien, pero en mis años de experiencia, sé que Ino insistirá en una cosa hasta morir... aún si está equivocada, por eso evito pelear con ella en esa clase de temas. Suspiré entre gimoteos y bocanadas de aire, resultado de la carrera de velocidad que mantenía con Ino. No es tanto por no querer ir a acompañar a Ino, hasta cierto punto me da una experiencia divertida. Ahora no me encontraba de humor después de lo que paso con Naruto, y después de que me encontré con Sasuke, todo se ha vuelto complicado y confuso; aunque no entiendo porque me estoy deprimiendo tanto, normalmente no soy así.

—No tienes porque siempre pensar en la misma cosa todo el tiempo, Sakura —Resonó la voz de Ino sobre todo el demás tumulto—. Si te encuentras deprimida por diversas situaciones, es mejor dejarlas a un lado por un tiempo y descansar de ello. Estoy segura que después tendrás la mente más despejada —La manera en la que hablaba Ino era muy sería, paradójicamente permanecía una sensación de comprensión en el tono de su voz. No entiendo porque de repente saca esas palabras de su boca; Ino pareció notar mi desconcierto y, con una de sus mejores sonrisas volteó hacia mí con diversión—. Últimamente te he visto muy deprimida, así que pensé que sería bueno cambiar un poco tu rutina— Me guiñó un ojo de forma juguetona. Se giró en su eje para hablar de frente mientras seguíamos avanzando en la acera, caminando de espaldas.

—Ino, tú...— Después de todo no soy tan buena actriz como pensaba, creí que nadie se daría cuenta de mi estado. A Ino, como siempre, nunca se le escapa ni el mínimo detalle. Ella retornó a sus andanzas en un giro de bailarina elegante. Aunque pude haber pensado que era para cuidar de no chocar con algún transeúnte desconocido, tuve por corazonada que intentaba evadir mi rostro, sin suponer un motivo.

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