Capítulo IV: El beso de la lluvia

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La mañana se deslizaba con una lentitud indescriptible, se bañaba con tonos rojizos. Los fríos y superficiales edificios de la ciudad renacían en un poético florecimiento. La llamada de un nuevo comienzo dentro de una rutina frívola, el despertar matutino con los continuos tintineos de la alarma en el reloj. Párpados que se abrían pesados, pensamientos que se dedicaban a sacar palabras tan incoherentes y lejanas que no se llegaría a saber si realmente se dijo o se pensó. Pasos lentos y cansinos que les conducían hacía algún lugar predecible y dinámico.

La aburrida vida de estudiante, lleno de fiestas, juergas y de más adicciones podridas que provocaban un pasajero gozo de libertinaje. A esta edad aun nos sorprendíamos como niños pequeños sobre tan nefasto mundo repleto de humanos, orientados a indagar más en el, olvidándonos vilmente de lo excitante que era descubrir las cosas simples.

Lo que ya sabemos no nos sorprende. Anhelar el pasado puede ser negar descubrir el futuro e inexistir en el presente ¿Vivir una rutina nos hará alguien que viva el presente? ¿O simplemente creamos la rutina para hacernos creer eso nosotros mismos?

—Me pregunto a dónde se habrá ido Naruto— Soplé, aún medio adormilada, mirando por la ventana de mi habitación como pequeñas gotas de lluvia en forma de lágrimas chorreaban por el cristal, que daba cara al ambiente de afuera. Ino me llamó, diciendo que no habrá clases hoy, porque los techos de la escuela goteaban mucho y los desperfectos conducían el agua estancada hasta la planta baja. Si no fuera porque Ino salía con uno de los intendentes nuevos de la escuela, ya estaría afuera en medio de la lluvia, viendo como las puertas de la escuela eran cerradas en mis narices sin ninguna consideración.

Aunque el paisaje mojado que me ofrecía el caer copioso y deprimente de la lluvia me daba una tranquilidad muy agradable, en esos momentos mis sentimientos no lograron corresponder a esa descripción. El fundamento era simple y hasta quizá algo absurdo: Naruto ya no estaba aquí.

Era extraño, no pensé que huiría de mí en la noche, no parecía que quisiera irse ni nada por el estilo. Posiblemente se sentía muy obligado a cumplir con ese trato que se autopropuso. Finalmente no pudo con eso y terminó huyendo de mi casa. No voy a negarlo, me duele un poco que un zorro tan divertido y parlanchín (aunque algo tedioso) se haya ido sin decir tan siquiera adiós. Por otra parte, me preocupa enormemente el hecho de que él ahora esté afuera, expuesto al clima y sin recuperarse completamente.

—Espero que Naruto esté bien —dije con un tono preocupado ¿Y cómo no preocuparme si se fue sin decirme nada, y tan débil? Sólo espero que esté bien y que nada malo le pase... sobre todo si Akatsuki se está dedicando a  cazar este tipo de seres, pero... ahora que lo pienso— ¿Los Kitsune se enfermarán?— Pensé en voz alta, sin consultar la presencia de alguien más en la habitación.

Hmmm... pues quizá no, pero si tú no te despegas de la ventana, sí que te vas a enfermar— La voz burlona y pícara  de Deidara resonó por las paredes de mi habitación. Al encontrarme en un momento de ensimismamiento, sólo me dio por reaccionar con sobresaltos y sorpresa.

—¡Waaahh! ¡Deidara! —Sobresalté espantada al no haberme advertido de su presencia antes, por instinto me cubrí con la cortina de la ventana para que no viera algo que no fuese mi cara— ¡¿Q-qué demonios haces aquí?! ¿Quién te dio permiso de entrar?— Pregunte histérica. No era por exagerar ni nada por el estilo ¡Pero me dio un tremendo susto! Y además...

Hmmm... entonces al final si terminaste usando la pijama de dos piezas que Ino te había regalado la navidad pasada —Tomó una posee que lo instruía como pensativo y maduro al llevarse una mano por debajo del mentón y acariciar a este con el dedo gordo— Mmn... Sakura, has crecido mucho desde la última vez que te vi en paños... —Lo callé, lanzándole con toda la fuerza de mi brazo derecho una almohada. Fue tanta mi fuerza y tan torpe su distracción que termino tirado en el suelo— ¡Ouh! Cada vez te vuelves más y más agresiva conmigo— Se quejó mientras se incorporaba lastimosamente.

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