Cállate, Weatherby

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Leire se alejó de los brazos de Adam tras haber tenido aquel pensamiento

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Leire se alejó de los brazos de Adam tras haber tenido aquel pensamiento. Habían llegado a lo que, a través de la niebla, parecía un páramo. Delante de ellos había un par de magos cansados y de aspecto malhumorado. Uno de ellos sujetaba un reloj grande de oro; el otro, un grueso rollo de pergamino y una pluma de ganso. Los dos vestían como muggles, aunque con muy poco acierto: el hombre del reloj llevaba un traje de tweed con chanclos hasta los muslos; su compañero llevaba falda escocesa y poncho.

—Buenos días, Basil —saludó el señor Weasley, cogiendo la bota y entregándosela en mano al mago de la falda, que la echó a una caja grande de trasladores usados que tenía a su lado. 

—Hola, Arthur —respondió Basil con voz cansina—. Has librado hoy, ¿eh? Qué bien viven algunos... Nosotros llevamos aquí toda la noche... Será mejor que salgáis de ahí: hay un grupo muy numeroso que llega a las cinco y quince del Bosque Negro. Esperad... voy a buscar dónde estáis... Weasley...Weasley... 

Consultó la lista del pergamino. 

—Está a unos cuatrocientos metros en aquella dirección. Es el primer prado al que llegáis. El que está a cargo del campamento se llama Roberts. Diggory... segundo prado... Pregunta por el señor Payne. Y Mc Gregory... vaya! en la misma que los Weasly el primer prado

Tras eso miré a Adam de reojo y noté como su mirada seguía clavada en mi, ¿Se puede saber por que aquel chico que podría tener a muchas detras suya se estaba fijando en mí? Soy una simple mortal deberas que mi corazón no lo soportaría...

—Gracias, Basil —dijo el señor Weasley, y les hizo a los demás una seña para que lo siguieran. 

Se encaminaron por el páramo desierto, incapaces de ver gran cosa a través de la niebla. Después de unos veinte minutos encontraron una casita de piedra junto a una verja. Se despidieron de los Diggory y se encaminaron a la puerta de la casita. Había un hombre en la entrada, observando las tiendas. Nada más verlo, Leire reconoció que era un muggle, probablemente el único que había por allí. Al oír sus pasos se volvió para mirarlos. 

—¡Buenos días! —saludó alegremente el señor Weasley. 

—Buenas...— saludó a su misma vez el señor Mc Gregory un poco más serio

—Buenos días —respondió el muggle. 

—¿Es usted el señor Roberts? 

—Sí, lo soy. ¿Quiénes son ustedes? 

—Los Weasley y McGregory... Tenemos reservadas dos tiendas desde hace un par dedías, según creo. 

—Sí —dijo el señor Roberts, consultando una lista que tenía clavada a la puerta con tachuelas—. Tienen una parcela allí arriba, al lado del bosque. ¿Sólo una noche? 

—Efectivamente —repuso el señor Weasley. 

—Entonces ¿pagarán ahora? —preguntó el señor Roberts. 

Aprendiendo a Amar. (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora