Capítulo Undécimo: Ae Intouch.

547 78 26
                                    


Ae

Pete, por dentro, es prácticamente una mujer, y la prueba de ello es que ahora mismo cuenta con siete meses de embarazo ¿El padre de la pequeña niña? Yo. Todo producto de una noche loca en Las Vegas en la que, movidos por el alcohol en nuestras venas, nos casamos y pasamos la noche juntos. Al día siguiente, como toda persona cuerda y normal, corrimos por la anulación de dicho disparate. Seis semanas pasaron para poder conseguirlo.

Lo cierto es que uno podría decir que Pete, por su condición de procrear, y además de su apariencia fina es sumamente tranquilo y pacifista, pero...nadie sabe que su fuerza y su puño pegan diez mil veces más que la de alguien fuerte. Yo ahora lo sé, y mi mandíbula también lo sabe.

—¡Te lo buscaste! —me grita sin compasión mientras me acaricio la zona donde su puño impactó segundos atrás ¡Duele como la mierda! Tengo suerte de que mis dientes sean fuertes y se hayan quedado en su lugar—. No lo lamento. ¿Cómo puedes preguntarme algo así?

¡Jamás pensé que tuviera tanta fuerza!

Evalúo mis daños antes de hablar, pero al parecer estoy bien, salvo que siento como la zona afectada empieza a hincharse.

—Leí por ahí que las personas embarazadas se excitan con facilidad y... —estoy seguro que me he puesto tan rojo como él—. No lo sé ¿de acuerdo? Sólo quise preguntar... Pensé que dirías un "no" o un "si", pero nunca esperé un golpe...

Sí, durante estos días me detuve un momento para navegar por internet sobre personas embarazadas. Podría haberle preguntado a mamá, pero no lo hice. En fin, terminé leyendo sobre las contracciones, los cambios hormonales y sobre el aumento del apetito sexual. El hecho de imaginar a Pete así... ¿Se habrá buscado a alguien? De tan sólo pensarlo el tigre dentro de mí rugía, pero ¿Qué podía hacer yo al respecto? Ofrecerme, porque simplemente no quería que nadie, pero nadie, estuviera dentro de él mientras mi pequeña esté ahí dentro. Nadie.

Pete suelta un suspiro demasiado fuerte, como hastiado o algo así.

—No puedo creer que voy a responderte. No, no he tenido relaciones. No desde la última y única vez que estuvimos juntos. No podría, no mientras esté embarazado —su respuesta mengua un poco el dolor físico—. Pero no voy a negarte que he tenido ciertos problemas con eso... —Sus mejillas vuelven a estar rojas. Esta es mi oportunidad.

—Úsame a mí...

Se forma un breve lapso de silencio. Puedo ver en su rostro que su cabeza opera a toda marcha tratando de entender lo que acabo de proponerle. No es tan difícil, sólo debe decir sí o no. No aguanto tanto silencio, por ello digo algo más:

—Soy el padre, no sería extraño... Sería algo... normal... —Espero que me golpeé, pero no lo hace. El silencio se hace eterno, hasta que finalmente le veo morderse el labio inferior.

—¿Te estás ofreciendo? —su rostro refleja perplejidad—. ¿Es eso? No estoy desesperado... es decir... yo...

No lo pienso demasiado, sé que si me detengo a hacerlo no avanzaremos más. Desde que leí sobre el aumento de apetito sexual, no he podido dejar de fantasear con Pete a mi merced. Tengo muy pocas imágenes claras sobre la noche en Las Vegas, pero puedo decir que fue una de las mejores noches de mi vida. Me acerco a él y coloco mis manos sobre su cintura. No alcanza a reaccionar, lo que me beneficia, soy más rápido y aprieto mis labios sobre los suyos.

Sus labios saben mejor de lo que imaginaba. Son suaves y esponjosos. Al principio él no colabora, pero luego de unos segundos puedo sentir como empieza a moverlos al compás de los míos. Logro desplazar mis manos hasta su cadera. Escucho un jadeo salir de sus labios y...¡Estoy por perder el control!

***

Estoy frustrado. Sí, frustrado, porque cuando al fin Pete parece ceder y dejar que el cuerpo le domine, su estúpido celular empieza a sonar. Le estoy mirando echando chispas por todos lados, pero él me ha dado la espalda. Ni siquiera puedo escuchar su conversación. Seguro es el imbécil de Can.

¡Estoy tan enojado!

Veo que termina de hablar y se gira para observarme. Hay una gran mueca de disculpa grabada en su rostro, lo que me frustra más todavía. Cierro los ojos y cuento mentalmente hasta diez. Necesito tranquilizarme.

—¿Ae? —Me pregunta.

—¿Sí? —Abro mis ojos pero no lo miro, ya que si lo hago puedo decir algo de lo que seguramente me arrepentiré luego. Esto lo empecé yo, él tiene derecho a estar enojado.

—Mmm... este fin de semana que viene... ¿Estarás libre? —Ok, me ha ganado, vuelvo a mirarlo, esperanzado ¿Está proponiéndome una cita? Calculo que para el sábado todas sus cosas estarán ya en casa.

—Sí ¿Planeas algo? —No puedo ocultar la esperanza en mi voz. Pete mira el suelo y juega con su móvil, pero me doy cuenta que no está avergonzado, así que mis esperanzas van desapareciendo ¿Qué es lo que quiere pedirme?

—Algo así... verás... logré localizar a mis padres y ellos vendrán... y... quieren conocerte... Llegan el sábado...

Sus palabras me toman por sorpresa. No he pensado en sus padres en todo este tiempo, y además, él acaba de decir... "Logré localizar a mis padres" ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué no podía? , pero ¿Por qué?

Voy a decirle que sí, que no hay problema alguno, pero algo empieza agitarse en mí. De repente el tigre ese que suele gruñir en mi interior se encoje hasta hacerse un cachorrito llorica. Y es entonces cuando reacciono.

¡Voy a conocer a los padres del chico que dejé embarazo!

Vamos, Ae, me digo. No pasa nada. No eres un cobarde. Tu puedes Ae.

—Cl... Claro que sí, no hay problema. Sábado: Conocer a tus padres... —Me dedica una sonrisa, pero ésta está llena de preocupación y no hace más que hacerme sentir que me he tirado a una pileta llena de tiburones.

***

Dejamos la cuna en la casa oficial de Pete y nuestra hija. Luego, sin más remedio, lo alcanzo al departamento que comparte con Can. Se mantiene callado durante todo el trayecto y lo respeto. Después de saber que conoceré a sus padres me he quedado como la seda.

No obstante, cuando estamos llegando a destino, veo a Can esperándolo afuera. Su cercanía sigue sin gustarme. Es entonces que decido hacer un movimiento. Antes de que Pere baje tomo su mano, él se detiene y me mira.

No lo dudo, me acerco y deposito un suave beso en sus labios, sólo espero que no me de otra paliza. Sus ojos están abiertos por la sorpresa.

—Descansa y... ve pensando nombres para nuestra hija, no podemos seguir llamándola beba y así. —Quiero mirar hacia a fuera, ver la expresión en el rostro de Can, pero resisto. Pete empieza a bajar sin dejar su expresión de sorpresa.

Pese a que he sido un día con subas y bajas en mis emociones estoy contento ¿Cómo no estarlo? Acabo de darle un beso a Pete y no me regresó un puño, bueno, dos besos.



Nota: Bueno, ahora sí le pueden pegar si quieres, ok no jajajaj

Noche en las Vegas [AEPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora