Capítulo Vigésimo segundo: Pete Pitchaya

450 64 12
                                    


Despierto, incomodo. Los ocho meses me pesan, y mucho. Aim ya está despierta, estirándose. Pobre, tiene tan poco lugar que todo movimiento que hace provoca que me retuerza.

Los brazos de Ae rodean mi cuerpo, anoche llegó excesivamente tarde, así que trato de levantarme sin despertarlo, pero a esta altura es casi imposible. Su cabello está desordenado y las ojeras empiezan a verse.

—¿Qué hora es? —Pregunta desorientado. Muerdo mis labios, quiero dejarlo dormir un poco más, pero necesito levantarme y no puedo hacerlo solo.

—Temprano. Oye... ¿Me ayudas a levantarme? Tengo que ir al baño...

—Claro ¿Cómo amaneció muestra bebé? —Pregunta cerca de mi barriga mientras me impulsa para ponerme en pie. Aim responde como de costumbre, con una buena patada cerca de la vejiga. No tengo más que salir "corriendo" arrastrando los pies hasta el baño.

Ahora tenemos turno una vez por semana con el médico, todo para prevenir complicaciones y estar alertas a un posible adelantamiento del parto, aunque por ahora todo va perfecto.

Ae entra cuando me estoy lavando las manos. Me dedica una mirada lujuriosa, soy consciente que está mirando mi trasero, el cual está gigante con todos los kilos que he ganado. Me encantaría poder satisfacerlo pero apenas puedo estar de pie o dormir con una pila de almohadones. Me abraza por la espalda y pone sus manos sobre mi panza. Besa un poco mi cuello y...

—Te quiero, Pete —Mi corazón se estremece por sus palabras.

Lo dice tan lleno de verdad, y lo cierto es que yo he podido hacerlo también, decir esas palabras, y las siento, porque ahora estoy seguro, lo quiero, lo quiero demasiado.

—Yo también te quiero, Ae. Mucho —agrego, porque es algo que estoy descubriendo: Hago más que sólo quererlo.

***

Una nueva ecografía.

Mientras el doctor coloca el gel sobre mi vientre Ae está sosteniéndome la mano. Como la semana anterior Aim está perfecta.

Cuando salimos del consultorio y nos subimos al auto, Ae se desvía a mitad de camino. No sé a dónde me está llevando, espero no sea una cita, porque todo lo que quiero es llegar a casa y tirarme sobre la cama mientras mamá me mima. Sin embargo, me lleva lejos de la ciudad y se detiene en un lugar lleno de árboles.

Lo miro.

—¿Qué sucede? —Ae se muerde el labio inferior y mira hacia afuera. No puedo evitarlo, me asusto—. ¿Ae?

—Hace unas semanas Tin desapareció... Su mujer, ex mujer, le pidió el divorcio y se quiere quedar con la casa y otras cosas más. Pero ahora él regresó.

Había evitado pensar en Tin porque me dolía saber que pese a declararnos amigos él me había señalado con el dedo y dicho cosas horribles de mí desacreditando mis palabras. Todo este tiempo jamás he preguntado por él y nadie lo menciona. De hecho, es la primera vez en mucho tiempo que oigo su nombre.

—No lo sabía, nadie me dice nada él y la verdad yo no pregunto... perdón si soy frío, sé que es tu hermano...—Ae no parece ofenderse.

—No eres frío, de hecho eres demasiado suave, por eso no quería decirte nada... pero Tin quiere verte... —empiezo a negar. No se me ha olvidado la última que estuve frente a él. Miro alrededor, sin poderme creer que Ae me haya traído aquí para ver a su hermano—. No está aquí. Mis padres querían que se vieran, creen que él ha cambiado, pero yo no puedo correr ese riesgo... por eso no te he llevado a casa. —Y lo entiendo, él no me ha lanzado a la boca del lobo, me ha rescatado.

Noche en las Vegas [AEPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora