Capítulo Decimoctavo: Pete Pitchaya.

465 67 11
                                    


Mamá está sentada sobre la cama, llorando. Es la primera vez que la veo llorar, así que no sé cómo actuar ni qué decirle. Me acerco despacio y me siento a su lado. Me remuevo. Aim está bailando en mi interior, pegándome por ser tan desconsiderado, pero ¿Qué puedo hacer ante alguien que jamás he visto llorar?

—Mamá ¿Por qué lloras? —No lo entiendo y lo único que se me ocurre es que está enojada porque no le avisé antes de mi embarazo ¿Será que si está contenta de ser abuela? ¿Por qué?

Mi madre vuelve a acariciar mi vientre, lo hace de una manera tan suave y cuidadosa que la desconozco. De verdad pensé que explotaría, que haría berrinche, que me gritaría por estar haciéndola abuela tan joven.

—Es tan diferente a ti —me sorprendo, no puedo creer que quiera recordar cosas sobre mí de bebé—. Ella se mueve mucho —es cierto, Aim está inquieta—. Tú, en cambio eras tan tranquilo... —Veo lágrimas caer silenciosas por su rostro.

No tengo palabras, hasta ahora lo único que había escuchado sobre mí era "Me dejaste kilos que jamás pude bajar" "Hiciste que la pasara en cama tres meses" "No podía parar de comer por tu culpa". No puedo evitar preguntarme si los cambios hormonales son contagiosos.

—¿A sí? —Es todo lo que soy capaz de decir. Ella se ríe.

—Sí, incluso había días en los cuales ni siquiera te movías. Me ponía tan histérica que tu padre tenía llevarme al hospital. No era hasta que escuchábamos tus latidos que podía respirar tranquila. Siempre me hacían ecografías cuando íbamos, y siempre estabas allí, haciendo nada, durmiendo. Una vez incluso te vimos con el dedo en la boca. Tan tranquilo... Hasta ahora de grande eres así.

Veo como sus lágrimas siguen cayendo mientras yo siento que se me forma un nudo en la garganta, grande y doloroso, que no deja pasar aire a mis pulmones. Poco a poco, los ojos empiezan a escocerme, y luego mis lágrimas también se deslizan por mi rostro.

Es la primera vez que oigo algo así de su boca. Quiero decir algo, pero estoy sollozando tan alto que no logro controlarme. Ahora sus manos son las que limpian mi cara. Todo es tan raro, tan nuevo.

—No llores, tonto. Sonríe y disfruta todo esto que te está pasando.

La abrazo como no había hecho nunca.

—¿No estás enojada conmigo? —no puedo creer que haya encontrado mi voz para preguntar esto—. ¿No estás enojada porque te estoy haciendo abuela? —Escucho su risa y sé que no.

—Claro que no. De hecho, creo que me alegra —sus manos empiezan a acariciar mi cabello—. ¿Sabes? Tú papá había estado hablando de esto... ya sabes... "Voy a morirme antes de ver un nieto" y cosas así... estaba insoportable...

Me alejo un poco y termino de limpiar mis lágrimas. No puedo creer que papá haya estado imaginándome embarazado, él sabe perfectamente que no esperaba esto ¿Será que desde el campo me mandaba ondas negativas para que me emborrache y termine así?

Pero entonces, la duda que me ha carcomido durante casi toda mi vida resurge.

—¿Por qué no tuviste más hijos? Papá babearía aún. —Pienso que va a empezar con lo de su figura y así, pero no.

—Lo intenté, cuando tenías dos años lo intenté. Estuve en cinta, pero al cuarto mes sufrí un aborto y como resultado quedé sin la posibilidad de volver a concebir... Por cierto, debes tener cuidado con un desborde. No debes hacer esfuerzo extras. Nada.

Arrugo mi frente.

—¿Qué es un desborde? —pregunto. Su rostro se pone pálido y amenaza con empezar a llorar de nuevo. No puedo quitarme de la cabeza que pude haber tenido un hermano O hermana... no puedo quitarme de la cabeza que mamá lo haya intentado.

—¿El médico no ha hablado contigo? Ya sabes que tu cuerpo es diferente. Por lo tanto, tu embarazo es diferente —asiento—. Puedes concebir, tus órganos están preparados para ello, pero no tiene un canal de salida. El de entrada, por decirlo de alguna manera, no sirve para conducto de salida, ya que no está preparado. No hay dilatación, podríamos decir, no así como en las mujeres, pero eso no es un gran problema porque las fechas son más precisas, es decir, el porcentaje de que el médico se equivoque y del que el parto se adelante son bajas... Por ello la mayoría de las cesáreas programadas son exitosas. Pero hay un porcentaje, aunque sea mínimo, donde el parto se adelante o sucede algo. Como dije, no tiene vía de salida, entonces es tu cuerpo el que colapsa, y junto con eso el bebé empieza ahogarse —me estremezco, no me atrevo a imaginarlo—. Hay una posibilidad de que el bebé y la madre se salven si llegan a tiempo y los médicos actúan de inmediato.

—Es algo así como un aborto ¿No?

—Más o menos. Tu cuerpo es el que colapsa, empiezas a sangrar internamente, externamente por la nariz, si es extremo también vomitas sangre... Pero las probabilidades son pocas... además tú ya vas por el séptimo mes, y tu doctor empezara a exigirte controles más seguidos. No hay de qué preocuparse.

Me arrepiento de haber preguntado. Hasta el momento ni siquiera había pensado en un adelantamiento del parto. Estaba tan confiado en las cuentas del médico, en que cuando llegara la fecha prescripta me internaría en su clínica privada, y ahora... Estoy terriblemente asustado pese a las palabras de aliento de mamá.

***

Ae tuvo que irse porque tenía clases en la universidad, y porque quería recoger ropa de su casa antes de regresar ya que volvería a quedarse conmigo. No voy a mentir, me siento feliz que de verdad quiera pasar tiempo conmigo. Mi corazón no ha parado de latir, y yo no he dejado de ver la hora cada pocos minutos. Diría que hasta podría llegar a tener mariposas en el estómago, pero si es así, mi hija con sus patadas tapa sus aleteos, así que no estoy seguro de nada.

Ahora me encuentro sobre la cama, descansando mientras mamá me da masajes en los pies. Aun no puedo creer lo buena que está siendo conmigo. Me agrada este cambio. Papá, por otro lado, está en la cocina, preparando la cena.

Al no tener a Ae dando vueltas, y no querer ver la hora, busqué otras cosas en las que entretenerme. Por un lapso de tiempo me percaté de algo que había pasado por alto todos estos años, o tal vez se deba a que he descubierto una nueva faceta de mi madre, pero lo cierto es que antes de que me arrastrará a mi habitación, había estado analizando a mis padres con ojo crítico.

Obtuve cuatro conclusiones.

Uno: Papá mima a mamá de una manera que llega a darte ganas de vomitar (Urgh, demasiada azúcar)

Dos: Mamá también mima a papá, pero de una manera... más sutil que papá, menos expuesta, menos evidente.

Tres: Conté los pasos que los separaban mientras estábamos en el comedor, y era algo así: Cuando papá se alejaba dos pasos, mamá se acercaba dos pasos. Si papá se alejaba cinco pasos, mamá se acercaba cinco pasos. Si papá se acercaba cinco pasos, mamá le daba un beso en la mejilla. (Como dije, demasiada azúcar)

Cuatro: Descubrí que mamá no está con papá por un matrimonio hecho por otros. Mamá no se fue al campo con papá para que éste le siga costeando sus lujos. Mamá está con papá porque lo ama, y papá ama a mamá.

Yo había estado ciego toda mi vida, juzgándola, pensando que me había traído a este mundo por interés, pero no. Ellos se aman.

Me pregunto ¿Ae y yo podremos ser así?

Pienso en lo que siento ahora: extraño a Ae, quiero que me bese como lo ha hecho toda la semana, quiero que me haga suyo como anoche, quiero que se quede conmigo y me proteja. La respuesta está ahí y se desliza entre mis labios mientras mamá sigue masajeándome los pies.

—Sí, Ae me gusta mucho... —Mamá me mira y me avergüenzo. No pretendía decirlo en voz alta.

—Lo sé —me dice—. Es algo obvio, y a él también le gustas... además... si se casaron aunque sea borrachos, es porque se atraían de alguna manera, aunque jamás lo hayan expresado sobrios. Pero deberías confesárselo a él, no a mí....

Hoy mamá se ha ganado el premio a: ¿Quién eres y que hiciste con mi mamá fría?  

Noche en las Vegas [AEPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora