Capítulo Vigésimo quinto: Ae Intouch

454 66 23
                                    


Justo cuando Pete cierra sus ojos, su padre estaciona el auto frente al hospital. El rostro de la persona que amo con toda mi alma, ese que se ha convertido en un pilar importante en mi vida, está sumamente pálido bajo la capa se sangre que el sangrado de su nariz y boca ha dejado.

Soy más rápido que mi suegro, me bajo del auto de inmediato y cargo a Pete. Puedo notar como todos están sorprendidos, pero soy más fuerte de lo que creen. Corro hasta adentrarme en el edificio, los padres de Pete gritan por un médico, al igual que yo. Siento su cuerpo inmóvil entre mis brazos. No puedo parar de gritar por ayuda y de llorar de desesperación. Dos de las personas que amo están en peligro de desaparecer. Pete y Aim.

Por favor, que alguien venga a ayudarlos.

Siento como alguien quiere arrebatarme a Pete de mis brazos, mi primer instinto es no dejarlo, pero luego noto las batas blancas y lo suelto. Ellos lo salvaran, tienen que hacerlo, no pueden dejarlos morir.

***

Mi ropa tiene manchas rojas, es la sangre de Pete. No tengo ni idea cuanto tiempo ha pasado, no sé si se lo acaban de llevar o han pasado horas. Tampoco sé muy bien donde estoy, es decir, sé que estoy en el hospital, pero ya no me encuentro en la entrada, pidiendo por ayuda, sino que me encuentro en algún pasillo, pero no recuerdo como llegué aquí.

En realidad, no soy consciente de lo que me rodea, por ello me sorprendo cuando mi mamá me abraza ¿Cuándo llegó? ¿Quién le aviso? ¿Tanto tiempo ha pasado que ellos ya están aquí? Me remuevo un poco y noto que tengo el rostro lleno de lágrimas.

Inspecciono todo a mí alrededor. Mis suegros respiran aliviados al ver que me muevo y reacciono. También noto que Ping, Bow, Pond y Can están aquí. Busco mi voz, perdida en algún lugar.

—¿Se sabe algo? —Estoy ronco, destruido, consumido, y cuando la madre de Pete niega veo la bruma amenazar con hacerme perder en ella de nuevo. No la dejo. Esta vez no.

No puedo irme, tengo que estar al pendiente de cualquier noticia. Mamá pone sus manos en mi rostro y me pide perdón.

¿Por qué lo hace? Y lo recuerdo, ella dejó que Tin hablara con Pete, fue él quien alteró el trascurro del embarazo. Me aparto de ella como si de repente alguien le hubiera rociado con repelente.

Los recuerdos de Pete lleno de sangre son igual a mi pesadilla antes que todo sucediera. Todo porque mamá dejó que Tin hablara con él.

***

Sigo sin saber cuánto tiempo ha pasado. Sigo sin tener noticias de Pete y mi hija. Bueno, sé que están en el quirófano, alguien salió para decirnos que el parto había llegado, que no hubo manera de detener las contracciones, que no hubo forma de detener el desborde.

¿Puedo estar con él? —Pregunté, sin saber cómo había logrado encontrar mi voz. Supe la respuesta en cuanto el médico abrió sus ojos y movió los labios sin omitir sonido alguno. No podía. Parto riesgoso, o algo por el estilo, fueran las palabras que segundos después pronunció.

Apoyo mi espalda contra la pared y llevo mis manos a mi cabello, tirando de ellos con desesperación. Esto no debería de estar sucediendo así. Se suponía que el día del parto yo estaría al lado de Pete, sujetando su mano mientras los médicos y enfermeros traína a nuestra hija al mundo. Se suponía que nos miraríamos a los ojos, con nuestras frentes conectadas.

Todo esto está mal. Todo esto no debería de estar pasando. Yo lo dije, fui claro, Tin no podía cruzarse en el camino de Pete.

Una mano se apoya sobre mi hombro, indecisa.

Noche en las Vegas [AEPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora