Capítulo Vigésimo sexto: Pete Pitchaya

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Al despertar me siento débil, cansado, mareado y desorientado. Sin embargo, sé bien donde estoy: En el hospital. Recuerdo con claridad las fuertes y dolorosas contracciones en medio de la noche, la sangre emanar desde mi nariz, y luego las náuseas, aquellas que traté de ignorar porque sabía lo que era. También recuerdo no aguantar más y la sangre empezó a salir de mi boca, manchándome. Sabía lo que todo eso significaba, mi hija se moría. Mi único pensamiento era lograr que Aim viviera.

Llevo mis manos a mi vientre, palpándolo. No está tan abultado y me duele. Me han llevado a cirugía, me han hecho una cesárea. Las lágrimas vienen solas. Pienso lo peor, pero entonces siento un par de manos apoyarse sobre las mías. Busco su dueño. Es Ae.

—Aim... —Logro decir, todavía algo adormecido y afectado por mis lágrimas. Él, en respuesta me sonríe. Lo entiendo. Aim está bien. Lo logré.

Una ola de alivio me alberga y puedo respirar tranquilo.

—Ella está bien, y es hermosa. Nuestra hija es hermosa. —escucho que me dice Ae. Soy tan feliz.

¡Lo logré! De verdad lo hice. No puedo evitarlo, y pese a lo grogui que me encuentro, busco los labios de Ae, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello. Él se sorprende, pero no importa, porque todo lo que deseaba se hizo realidad. Sobreviví al igual que mi hija, por lo que cumpliré mi promesa, nunca jamás soltaré la mano de Ae.

—Te amo —logro decirle cuando lo libero—. Te amo, Ae —Se siente bien el pronunciar esas palabras, es liberador, pero sobre todo, sincero.

No es hasta unos minutos más tarde, que me doy cuenta que todos están a mi alrededor. Mis padres, los de Ae, nuestros amigos, todos sonriendo un poco. Pero pese a eso no me avergüenzo, tan sólo un único pensamiento sigue estando en mi cabeza, y ese es el que mi hija está bien.

Después, en un momento de silencio, los padres de Ae se acercan a mí y me piden perdón, entonces recuerdo a Tin y sus palabras. Respiro y trato de desechar esos pensamientos, no pueden alterar mi felicidad de esa manera. Intento decirles que ellos no tienen la culpa, pero recordar todavía me hace mal, así que todo lo que me sale decir es que no los culpo de nada, después de todo, Tin es su hijo también.

***

El efecto de la anestesia se ha ido, ahora estoy más despierto. Me percato de que todos tienen los ojos hinchados y que mamá me ha abrazado más de lo normal desde que desperté, más que Ae. Un sentimiento extraño hace presencia, pero decido dejarlo porque van a traerme a Aim. Es la primera vez que la veré, todos ya lo han hecho menos yo, y estoy ansioso y nervioso. Quiero verla, tenerla entre mis brazos.

Mamá y papá me ayudan a sentarme. Los puntos de la cesárea me duelen, pero logro quedar en una posición decente. Estiro mi mano y tomo el brazo de Ae. Quiero que me diga una vez más cómo es nuestra hija. En respuesta, él me sonríe, me abraza y me besa. Su frente queda apoyada en la mía. Sus ojos también están rojos al igual que la punta de su nariz, y puedo decir que ha sufrido mucho esperándonos.

—Es hermosa —me dice. Sonrío un poco y mi corazón late con desesperación. —Es perfecta, Pete. Y es nuestra.

Pensar que minutos antes de que Aim decidiera que quería salir acababa de recordarlo todo, es decir, recordar aquella noche en Las Vegas. Es extraño, como una coincidencia o algo así. Aunque podía ser algo especial también, ella quiso salir justo cuando ambos ya teníamos nuestros recuerdos.

La puerta de la habitación se abre y la enfermera hace presencia, en sus brazos carga un pequeño bulto. Es mi hija, con algunas mantas resguardando su cuerpo. Detrás de ellas aparece el médico. Ae se pone tenso a mi lado. Quiero preguntar por qué, pero es cuando Aim llega a mí y lo dejo pasar.

Noche en las Vegas [AEPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora