CAPÍTULO 3

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Leila Miller

Me veo una y otra vez asegurándome de que me estoy viendo bien. No me reconozco, y es increíble cómo la estilista logró hacerme parecer otra persona.

Mi cabello está pintado de rojo intenso, lo justo para que parezca natural. Mis ojos ahora son verdes, maquillados con sombras marrones; mis pecas desaparecieron gracias a la base, y mis labios se ven mucho más gruesos por el lápiz labial rojo. Siento escalofríos sin poder creer que soy yo.

La estilista me sonríe cuando finaliza de hacerme el cabello, ahora me llega justo debajo de los pechos y unos rulos lo acompañan.

—Gracias.— Le doy una suave sonrisa, asiente y se va.

Es asiática por lo cual no entiende mucho el inglés pero eso no impidió que supiera plasmar perfectamente lo que quería.

Salgo del salón y voy directo al departamento que Mason me rento para mi instancia aquí, apenas pude conciliar el sueño después de ver la imagen de mi hijo, el dolor sigue en mi pecho asfixiándome.

Voy directo a mi piso saludando de paso al guardia de ahí, la gente ha sido amable conmigo algo de lo que no estoy acostumbrada y me es difícil creer. Estar aquí me hace tener los pelos de punta, tengo a las personas que me hicieron más cerca y que en cualquier momento pueden encontrarme, me he preparado estos tres años, me he superado de maneras que jamás creí posibles pero aún no se cómo podría reaccionar a volverlos a ver cara a cara.

Abro la puerta y estoy apunto de relajarme hasta que noto algo inusual, en estos años me he vuelto paranoica en varios aspectos, siempre observo a mi alrededor en busca de amenazas, notó los pequeños detalles y se cuando algo no está bien, es gracias a eso que estoy segura que el vaso de agua que está en la mesita de noche no estaba ahí cuando me fui y tampoco yo lo deje.

Desenfundo mi arma caminando a pasos lentos pero silenciosos, mis botas me permiten no hacer ningún solo ruido y se que la persona que está en mi cocina tampoco me escucho llegar por el sonido de sus pasos y los utensilios moviéndose.

—Quieto ahí.— El hombre se detiene de mover el sartén y notó el leve movimiento de sus hombros, estoy casi segura de que se está riendo de manera silenciosa.

—¿Así recibes a tus invitados, Leila?— estoy apunto de preguntar cómo sabe mi nombre cuando el hombre se voltea.

Un jadeo abandona mis labios al saber de quién se trata, el nuevo corte de cabello y el cambio drástico de ropa lo hacen irreconocible si no fuera por la cicatriz debajo de su ojo derecho.

—¡Mason!— grito de alegría dejando a un lado mi arma y corro a abrazarlo, logra atraparme—, ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste?¿Cómo…

—Te contestaré todo si me permites terminar de cocinar.

En ese momento recuerdo el como lo encontré cuando llegue, me separó de él mirando curiosa lo que cocina, hasta en ese instante mi estómago exige algo que comer.

—¿Ese milagro que me estás cocinando a mí?

—No te ilusiones— pasa a mi lado golpeándome suavemente la frente—,te conozco y se que no has comido nada desde que llegaste.

—Puede ser— le resto importancia. No he probado nada desde antes de mi partida, pero omito decirle.

—Leila, no está bien que no comas nada, tú salud no está tan bien como para los empeores.

Volveré A Verte [#1] NUEVA VERSIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora