Volveré A Verte [#1] NUEVA VERSIÓN

CAPÍTULO 15

Leila

Pasado

Trague por octava vez, con los nervios de punta. Sentía los latidos de mi corazón retumbar en mi oído. El miedo y la esperanza luchaban en mi pecho. No sabía qué sucedería después, pero deseaba que todo cambiara. Mil escenarios volaban en mi cabeza y esperaba que los buenos fueran los que ganaran.

Tomé un último trago cuando logré percibir los sonidos de pasos acercándose. Rezaba por dentro.

—¿De qué querías hablar? —su voz sonaba aburrida.

Su expresión de tranquilidad me hacía sentir más nerviosa de lo que ya estaba.

—Tengo algo importante que decirte.

—Pues suéltalo, no tengo tiempo para perder con putas.—El título me hacía sentir enferma.

—Estoy embarazada. —Lo solté sin rodeos.

Parpadeó varias veces, intentando comprender el significado de mis palabras.

—¿Disculpa, qué dijiste?

—Estoy embarazada y es tuyo. —Ya está, directo al grano.

Su expresión de desinterés se transformó en enojo puro, combinado con repulsión.

—¿Cómo sabes que es mío?

Se acercó, y retrocedí por instinto.

Sus palabras me golpean hasta lo mas profundo de mi ser, calan hasta mis huesos hasta grabarse en mi cerebro y lo miro como si hubiera dicho la peor atrocidad del mundo.

—Eres el único que no ha utilizado protección cada vez que… —Me interrumpí, conteniendo las lágrimas.

Soltó un bufido.

—¿Y cómo sabes que no? La mayor parte del tiempo estás desmayada o drogada; ese bastardo puede ser de cualquiera.

—¡Claro que no, es tuyo! —Alcé la voz, señalándolo con el dedo.

—¡¿Y cómo sabes?! —Se enfureció.

—No te hagas el idiota y recuerda todas las veces que has abusado de mí. —Me miró fijamente, y supe que estaba recordando todas aquellas ocasiones; su expresión se contrajo.

—Ahí está, es imposible que sea de otro; aunque no te niego que me gustaría que mi hijo fuera de cualquiera menos tuyo.

—Yo no tendré bastardos, y menos con una simple puta.

—Pues esta simple puta te dará un hijo, y nada puedo cambiarlo.

—¿Ah no?

Me toma del cabello con tanta fuerza que me arde el cuero cabelludo. Chillo, clavando mis uñas en su muñeca para que desista. Me jala como si fuera una muñeca de trapo y me empuja con tanta fuerza contra la pared que mi cabeza rebota con un golpe seco.

Caigo, perdiendo la conciencia por unos minutos, hasta que vuelvo a la realidad al escuchar el sonido de un disparo. Un pitido explota en mis oídos y todo a mi alrededor da vueltas. Gimo, intentando enderezarme, y siento un líquido caliente deslizándose por la parte posterior de mi cabeza. Al tocarlo, se me corta la respiración.