CAPÍTULO 4

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Leila Miller

Aprieto las manos en el volante esperando que me ayude a controlar los nervios, ver a los jóvenes en la universidad saliendo con sus amigos, salir de fiestas y tener una vida normal me da cierta envidia y ganas de saber que se siente tener esa vida.

Veo pasar a varios chicos disfrutando que por fin es viernes y en medio de todos esos busco a la única persona que me interesa y por la cual estoy parada aquí en primer lugar.

Cuando distingo entre todos ese característico cabello castaño salgo del carro siguiéndola, la veo saludando a varios y deteniéndose en un grupito, ríen de algo y antes de que me noten me siento en una banca agarrando un periódico para ocultarme.

Espero y espero hasta que por fin termina su charla y vuelve su camino. Me percato del guardaespaldas que la sigue, y antes de que pueda interceptarla, una mano me jala del brazo. Mi instinto se prende y de un manotazo aparto la mano, sin querer sentir su tacto, y estoy a punto de arrancársela por atreverse a tocarme, hasta que noto esos ojos familiares.

—¿Madre?— mi voz destila sorpresa, su rostro se vuelve rojo al escucharme decirle de esa manera, como si fuera una ofensa lo que le dije.

—¿Qué haces aquí? Pensé que había sido clara cuando te dije que te mantuvieras fuera de su vida.— Habla entre dientes intentando no gritar.

—Solo quería verla y…

—¿Hablarle?— lo dice de una manera como si le asqueara la idea de que yo hablara con mi propia hermana— ¿No ves que le haces daño? Tú presencia la lastima y su vida es mucho mejor si tú no estás.

—Eso no es cierto.— busco la manera de que mi voz no me falle, pero sus malditas palabras me hacen daño.

—¿Cómo crees que ha sido su vida en estos tres años que no has estado? Perfectos, me asegure de que así fuera y no voy a permitir que arruines su vida solamente porque se jodió la tuya.

—Se muy bien que su vida ha sido perfecta y no pretendía arruinar nada, simplemente quería verla y ya está.

—Mas te vale, no voy a permitir que le hagas daño, no a ella. Y si me entero de que te has acercado a ella, me conocerás realmente, Leila.

—¿Amenazando a tu propia hija? Porque no me sorprende.

—No puedo considerar hija a alguien que no quiero.

Ok, eso me dolió más de lo que podría haber imaginado. Sé que no soy la hija favorita, pero pensé que en lo más profundo de su corazón había un pequeño sentimiento de cariño hacia mí. Pero por lo visto, me equivoqué, como me he equivocado a lo largo de estos cuatro años.

El sentimiento de dolor se instala en mi pecho cuando sus ojos me atraviesan. Si dependiera de ella, me habría dejado morir durante esos días de mi secuestro. De hecho, habría hecho todo lo posible para que yo no existiera.

—¿Ves eso?— señala a Daila que está apunto de subirse a su carro riéndose de algo que le dice su guardaespaldas—¿Ves esa sonrisa en su rostro? No dejaré que nadie se lo quite y menos tú, así que vuelve a desaparecer de nuevo y dejamos ser una familia.

—¿Sin mí?

—Sin ti.— la determinación con la que lo dice me lastima aún más y por fin caigo en cuenta que no buena idea intentar acercarme a mi hermana.

Pasa a un lado mío dejándome paralizada en medio del camino, subiéndose como si nada al mismo auto dónde está Daila, como si no me hubiera herido.

Veo como el carro desaparece y siento como si una parte de mi también lo hiciera, la gente camina normal y yo no logro saber cómo procesar todo esto y seguir adelante, derrotada vuelvo a mi carro, conduciendo varias horas para poner en orden mis pensamientos.

Volveré A Verte [#1] NUEVA VERSIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora