Capítulo 13

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Lux estuvo a punto de dejar a Kell Anteurs en su escondite. Su plan había sido informarle sobre su paradero a alguien que pudiera escoltarlo pero, dadas las circunstancias, lo único que podía hacer ahora era encargarse del muchacho por sí mismo.

Antes de irse, con su hermana pisándole los talones y la adrenalina aún fluyendo por su sangre, Lux se encaminó hacia el patio trasero del palacio. Había murmullos por todas partes, las llamaradas de fuego seguían ardiendo en el salón principal y todo era humo, sangre, sus sentidos alertas a cualquier cambio en el ambiente.

Erixa corrió tras él por el césped húmedo. Alrededor no había nadie, pero él sabía que eso no duraría por mucho tiempo. Alguien se daría cuenta de que Elijah no estaba, y en cuanto aquello pasara, no podía confiarse con que lograrían salir de allí con vida.

Kell se asomó por entre la maleza y a Lux le pareció que, así, manchado de barro y con la barbilla raspada, lucía tan indefenso que era difícil mirarlo. Lux le hizo una seña para que saliera y se uniera a ellos. Erixa dijo algo por lo bajo, Lux simplemente la miró, y luego comenzó a caminar hacia el muro de piedra que rodeaba la construcción.

Del otro lado, se encontraba el resto de la ciudad.

—No sabía que peleabas —dijo Kell—. Lo siento, no quiero ser grosero. Es solo que... si estas entrenado, ¿por qué no usas tu elemento? Escuché de alguien que eras de segunda jerarquía, pudiste hacer algo para que los demás allá adentro no...

—No hables —le ordenó Lux, haciendo a sus ojos brillar. Kell se calló, y cuando el demonio reconoció lo que había hecho, su ceño se frunció—. Tenemos que salir de aquí, ya.

Lux observó el muro de nuevo. Había pocas grietas, pero no era demasiado alto. De cinco a seis metros, quizás.

Erixa bufó, impaciente, y comenzó a escalar el muro. Lux esperó hasta que llegó a la cima y se perdió del otro lado saltando.

—¿Sabes escalar? —Kell negó, parecía más nervioso ahora—. Vamos, te ayudaré.

Kell dudó, pero finalmente colocó su pie sobre las manos de Lux y se impulsó hacia arriba. Sus dedos se aferraron al borde del muro, pero se resbaló cuando la punta de su zapato trató de escalar la piedra. Acabó un par de centímetros abajo y Lux casi pudo verlo desplomado en el suelo; él había reaccionado más rápido.

Lux lo sostuvo por la parte trasera de su cuerpo y lo empujó de regreso para que Kell pudiera sentarse en lo alto. Kell se vio enfermo, y aquella expresión en su rostro pálido solo se intensificó cuando alguien dentro del Palacio gritó, bajo todo lo demás, el sonido de las pisadas de los guardias se intensificó.

—¡Salta!

—Yo no...

—Eres un jodido demonio, no vas a caerte y morir. ¡Vamos! —Erixa le gritó, haciendo que el Kell apretara los ojos y murmurase algo antes de lanzarse.

Lux se apresuró a hacer lo mismo. Estaba a punto de desaparecer por la cima cuando, por las esquinas de sus oídos, oyó a los guardias llegar al patio. No se molestó en mirar atrás, se dejó caer y aterrizó sobre sus pies en los adoquines de la vereda.

Entonces corrieron.

—A la calle Trulla, Kait debe estar esperándonos.

—¿Qué? —Preguntó Erixa—. ¿Por qué dejaste que se fuera solo? 

—¿Preferías que estuviera aquí? —Dijo Lux para concluir, luego se volvió hacia Kell—. ¿Tienes algún lugar a dónde ir?

—Yo... No lo sé.

Silverywood: Una puerta al Infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora