Contra todo pronóstico, Kell y Ache lograron llegar al salón de baile. Lo primero que vieron fue el desastre de mesas, candelabros sueltos y sangre. Solo residuos. No quedaba nadie.
—¿Ahora qué hacemos? —Ache se pasó las manos temblorosas por el rostro—. ¿Cómo los encontramos?
Kell se estaba preguntando lo mismo.
—Yo… No lo sé.
—Creo que Mikhaeli estará con el Príncipe —dijo Ache, como tratando de convencerse a sí mismo de ello—. Lo conozco. Va a ir tras él apenas tenga la oportunidad.
—¿Crees que ya la tuvo?
—Sé que...
La respuesta de Ache fue interrumpida por un ruido. Kell puso una mano en el pecho de Ache para impedirle el paso. Dejó al muchacho parado en medio del salón y se aproximó hacia la tarima.
Eran voces.
Y provenían de la pared.
—¡Los envié hace un rato! —Estaba diciendo una voz—. Debería tener noticias de Néstor y Haim para este punto.
—Su Majestad...
—El Príncipe Galiel está desquiciado, Basha. Lo sabes. ¡Todos los sabemos! Si logra abrir la puerta con ese Divisus maldito...
Hubo un momento de silencio.
—Permítame ir en búsqueda del escuadrón y localizar al Divisus, su Alteza. Le juro con mi vida que lo traeré para que luego usted pueda hacerse con la dicha de matarlo.
—Con todo respeto, Capitana Circe, no creo que sea prudente dejar al Rey solo conmigo —irrumpió la misma voz de antes que, a diferencia de la del Rey y la tal Circe, era suave—. Estamos en un reino muy diferente al nuestro, aquí el trono no se hereda, sino que se gana, y ahora lo ha robado un crío rencoroso y, discúlpeme, Su Majestad, por la expresión, jodidamente inteligente. Cualquier movimiento podría despertar sospechas.
—Los superamos en número —dijo la Capitana—. Ya viste lo que está pasando allí afuera. Las criaturas de Orbis Luna no se van a quedar sentadas viendo cómo la tiranía resurge.
—Exactamente, Capitana. No lo harán. Ya vio al Divisus, lo están obligando a hacer todo esto y alguien con tanto poder como él... —Chasqueó la lengua—. Insisto, Su Majestad, piénselo. Deje que los soldados orbianos se encarguen de esto.
—Ha sido suficiente —dijo el Rey—. Circe, ve a buscar al Divisus. Basha, no quiero oír ni una sola palabra. Orbis Luna ha sido un aliado fuerte por mucho tiempo, pero también un obstáculo. Los demás reinos no aprueban nuestros avances porque Orbis Luna siempre ha visto la magia como una ruptura en el equilibrio del Universo. Es hora de que eso cambie.
Escuchó pasos del otro lado y solo un instante antes de que se hicieran demasiado fuertes, Kell se dio cuenta de que se dirigían hacia él. Su corazón se sacudió con fuerza y Kell retrocedió, tropezando con una lámpara que se había caído del techo.
Una puerta oculta se abrió justo cuando su cuerpo chocaba contra el suelo. Ache se apresuró a ayudarlo, pero ya era demasiado tarde. La Capitana lo había visto y tras ella se asomaron dos demonios más. El Rey Asdrúbal y su Consejera Real. Kell lo sabía porque llevaban el atuendo correspondiente al cargo, y había visto retratos de Asdrúbal Titan en las embajadas que su reino tenía en Orbis.
Los tres pares de ojos, unos rojos, otros azules y los del Rey, naranjas y brillantes, se clavaron en los suyos. Pero la expectación culminó tan pronto como Ache lo arrastró de regreso. Su mano sobre el brazo que Kell se había lastimado lo hizo reaccionar. Kell parpadeó. El Rey tenía una enorme piedra colgándole del cuello. Era similar a un prisma de almas.
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Silverywood: Una puerta al Infierno ©
FantasíaLos demonios no solo viven en su cabeza. Mikhaeli Cox es un joven pintado por los fantasmas del pasado. El peso de la memoria, y a veces del cuerpo, lo ha llevado a alejarse de su familia, amigos, e incluso de la persona que solía ser. Luego de un a...