| doce |

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Eran cerca de las diez de la noche cuando Chan dobló la última calle para entrar al campus, y allí, sentado en uno de los bancos, SeungMin le esperaba. Los faros del coche le alumbraron y se quedó un momento rígido en su sitio, hasta que Chan se bajó del volante y rápidamente se puso de pie. 

Se tensó por el sofoco o lo embarazoso que veía la situación... por tener delante suyo a Chan y tener ganas de echarse a sus brazos y llorar como un niño pequeño. Movió las rodillas, pero en realidad le temblaban. Hacía un frio inexplicable, aunque aquello no era el principal motivo.

Había salido de la habitación tan pronto como terminó la llamada. Porque quería respirar aire fresco, el aire de mediados de noviembre; hasta acabar con la nariz roja así como las mejillas. No lo pensó dos veces, tomó una sudadera y se procuró de dejarle antes un mensaje a JeongIn; ya que no se llevaría consigo el móvil, y no lo quería cerca en las próximas horas.

Chan también se detuvo por un segundo en medio de sus pasos. SeungMin sintió un gran dolor en la garganta además de en los ojos y ni hablar de lo mucho que se esforzaba por no ceder al suplicio de aparentar débil. Pero, no importó, cuanto menos se lo esperaba Chan se acercó y le abrazó. Le atrajo a su pecho, manteniendo una mano tras su nuca y la otra en su espalda.

—Chan, lo s...

—Shh, no digas nada.

Un momento después, completó el abrazó. SeungMin respiró profundamente sobre su hombro, encima de su chaqueta y lo percibió: Chan olía a tabaco. Justo como su padre después de salir de su despacho. Y ante la idea, puso la mejilla en el mismo lugar y cerró los ojos. De repente, ya no quiso llorar. Le gustaba ese olor, no se había dado cuenta hasta ahora, pero ahí estaba.

Cuando subió al coche y Chan conducía a alguna parte, aún podía sentirlo... tantas cosas en su cabeza, en su pecho, sintió la garganta reseca. A pesar de que había algo más que no lograba descifrar. Apoyó la frente en la ventanilla y miró a través de ella. Le resultó tan irónico como la noche parecía incluso más brillante que el día: las calles abarrotadas y las luces neón de establecimientos de comida rápida.

En la radio sonaba Tom Odell, alguna de sus canciones. Pasaron como diez minutos hasta que llegaron a una gasolinera y Chan bajara para comprar algo, entonces SeungMin vio en el compartimento del coche la caja de cigarrillos, la tomo y observó que todavía estaba llena (tal vez faltaba uno o dos), la sostuvo como a una granada, con cuidado y sin hacer movimientos bruscos. «Y si cojo uno, no hará daño. Al final, solo será uno». Había dejado de fumar como casi dos años, desde que entró en la facultad o desde que en casa le pillaran y su padre se lo prohibiera rotundamente.

Terminó negando y dejando la caja en su sitio. Luego, bajó del auto. Momentos después, mientras veía a Chan por las puertas de vidrio del establecimiento en la sección de bebidas y snacks, caminó hasta llegar a un lado donde la luz no llegaba muy bien y donde aparentemente más atrás estaban haciendo reformas; la valla de seguridad se lo dejaba claro.

—No había de fresa. ¿Chocolate está bien?

La voz de Chan por poco le hace pegar un grito, aunque su reacción se limitó en un mero susto.

Se dio la vuelta y asintió con la cabeza, tomando el brick, pero dejándolo a un lado. Chan había comprado también un mechero y quizá por ello la caja de cigarrillos seguía llena, porque no tenía con qué encenderlos.

Él pasa una mano por el cabello de SeungMin, acomodando un rizo detrás de su oreja. No terminó de secárselo bien. Después se acerca, inclina un poco la cabeza y le besa. Con diferencia, SeungMin lo notó más reconfortador que otros besos que Chan le daba, fue diferente y sin embargo, efímero.

𝑩𝒍𝒖𝒆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora