| diecisiete |

353 28 7
                                    

Los siguientes días de la semana pasaron sin nada novedoso. Días ventosos por las mañanas y heladas al anochecer. Todo bastante tranquilo. Y quizá SeungMin esperaba que pasase algo fuera de lo normal y la verdad es que eso que tanto esperaba al final acabó llegando.

Se detuvo frente a la puerta del despacho, su corazón empezó a latir desenfrenadamente. Levantó el puño y tocó tres veces; la primera dudosa y las dos siguientes en suceso.

—Adelante —se oyó la voz de su padre, espesa y saturada, el tipo de tono que solo utilizaba en el trabajo, en las conferencias o cuando estaba revolcado en algo importante y las interrupciones eran de las más molestas para él.

Una mañana, ya no recuerda cuál, recibió una llamada de su padre. Solo quería saber si le había informado a Chan de la invitación a comer en casa. Habría esperado eso de su madre, ¿pero de su padre? No, definitivamente no.

La preocupación llegó cuando la propuesta cambió a una que ni en sus mayores sueños se le hubiera ocurrido salir de boca de su padre. «Quiero conocer completamente a ese chico en persona. ¿Qué te parece? ¿No crees que una estancia en casa vendría bien?» Buscó algún truco en su voz pero no lo encontró.

No encontró palabras para describir lo que se sintió. ¿Aceptación? ¿Liberación, quizá? Fueron bastantes sentimientos. Pero, luego llegó el pánico. Y los "buenos sentimientos" se hundieron y con ellos la creencia de que algún día se trataría de aceptación.

De modo que había llegado el fin de semana, y SeungMin se había presentado en casa solo. El ambiente era muy sombrío. Desde su asiento detrás del gran escritorio permanecía aglomerado en su portátil, el silencioso ruido de las teclas bajo sus dedos y el brillo de la pantalla haciendo contraluz con sus gafas, casi por lo que no podía verle bien los ojos, saber si le estaba observando o si su presencia allí era de lo más superflua para que siquiera le importase un poco.

SeungMin cerró la puerta con la misma dilación y sigilo que hizo al abrirla, temía que aquellos ojos verdosos se levantaran en lo que podría tratarse de un mirada muy furiosa; y comenzó a moverse hasta llegar a la mitad del cuarto. Allí se aferró tanto al valor de continuar como a las mangas de su sudadera y se preguntó si fue buena idea o a qué costo supondría llegar tan lejos.

—Papá —le llamó.

La voz de SeungMin. Eso fue suficiente para hacerle cerrar el portátil y levantar la mirada. No hubo tiempo para sorpresas, porque aún si la hubiera, el señor se hacía una noción para que su hijo se presentara sin avisar. En realidad, le estaba esperando.

Se enderezó, se quitó las gafas y ordenó:

—Siéntate.

Cuando obedeció, sin preguntas ni asombros, trató de decir algo pero el padre le silenció.

—Espero que tu visita sea para disculparte. Tu madre estaba ansiosa por conocer a ese chico. Y cuando lo cancelaste se quedó destrozada.

—Lo siento por mamá —dijo, susurrando a medias—. Pero, papá...

—¿Sí?

—Papá yo...

Él lo mantuvo a la espera, y al parecer eso se quedaría así, porque notó, con desilusión, que su padre, de hecho no le estaba prestando atención. Mantenía la mirada ausente. Miraba detrás suyo. Hacia la puerta. Pero tampoco es que estuviera centrado en ella, sino más bien a luz que se colaba por el especio que dejaba con el suelo. Al tanto de la irrupción de alguna sombra.

En esa noche se hallaban solos en casa, la madre y hermana de SeungMin salieron a dar un paseo por la tarde y aún no habían vuelto. SeungMin no lo supo hasta que ya estaba junto a su padre. La desolación en el hogar se hizo notar y por alguna razón que no pudo explicar, SeungMin lo prefirió así.

𝑩𝒍𝒖𝒆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora