24 "Tiroteo"

355 16 2
                                    

Nora

Hace una semana que papá nos pilló a Franco y a mí en plena faena y desde entonces no nos ha quitado el ojo de encima.

Hasta el punto de que ha estado trabajando en casa y cada vez que Franco me decía algo, aunque fuese un ¿quieres sal?, papá ya le estaba lanzando una mirada asesina, no le aguanto.

Yo sé que papá solo se preocupa por mí, pero es que está siendo demasiado controlador y cada vez me pone más nerviosa.

Franco y yo nos hemos estado viendo por las noches en su cuarto o en la terraza, por eso últimamente estoy más cansada, pero vale la pena.

Ahora mismo son las dos de la mañana, estamos en la terraza tumbados en nuestra hamaca, yo estoy entre sus piernas con una manta. Mientras hablo con él, miro las Estrellas.

Nos estamos contando cosas de cuando éramos pequeños, a qué colegio íbamos, cosas sobre nuestros amigos... Pensar en el pasado me entristece, me hace acordar a los tíos y encima aquí mirando las Estrellas me acuerdo todavía más de ellos, el tío Robert me enseñó casi todo lo que sé. Franco nota que me tenso y me aprieta más fuerte con sus brazos.

—¿Estás bien?—me susurra al oído.

—Sí—miento, no me apetece hablar mucho de este tema.

Él escucha mis pensamientos, sé que le gustaría hablar más conmigo sobre lo que siento respecto a los tíos, pero no me veo preparada, así que me empieza a contar que dejó de ir al colegio con doce años, no me ha dicho el por qué, solo que se saltó la E.S.O.

Ósea, me ha dicho que daba clases en casa con un tutor, pero claro eso no es lo mismo, me ha dejado un poco flipada con eso, no sabía que se pudieran hacer esas cosas. Agradezco que haya cambiado de tema para que no se me vaya la cabeza a momentos tristes.

También me está contando cómo fue su primer beso;

—Tenía once años y conocí a una chica porque era la hermana de mi amigo.

—¿Te liaste con la hermana de tu amigo? ¿Eso no está en contra del código de amigos o algo así?—digo, girándome un poco para mirarle a la cara y empieza a reírse.

—No éramos amigos, amigos, éramos compañeros y además él nunca lo supo—dice con una sonrisa prepotente.

—¡¡Qué malo!! Eso no se hace—tengo los ojos como platos, estoy alucinada.

—La hermana ya era mayorcita para saber lo que quería.

—¿Cuántos años tenía?

—Catorce—me quedo con la boca abierta.

—¡¿Una de catorce se morreó con un crío de once?!—lo digo un poco alto y él me chista para que baje la voz.

—En su defensa diré que yo era muy maduro y no parecía tan pequeño—se ha sonrosado, que mono.

—Da igual, solo con saber que eres más pequeño debería darle repelús—hago un mohín al imaginarme esa escena.

—¿Tú no te liarías ahora mismo con uno de veinte?—me coge de la barbilla con los dedos para q deje de mover la cara.

Estoy girándola todo el rato por si viene alguien.

—No es lo mismo, con once años eres un niño, yo ahora soy madura.

—Bueno...—lo miro picada.

—Perdona, soy súper madura—tengo mis cosas, pero no soy súper inmadura.

—Por eso me tratabas fatal cuando nos conocimos—le lanzó una mirada asesina y él me sonríe.

—¿Nunca lo vas a superar? Estaba enfadada—me justifico, ahora me siento mal por haberle tratado mal al principio, pero ¿Qué quería que hiciera?

Lo Último que se Pierde es la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora