19 "En la residencia"

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Franco

Llevo toda la mañana escuchando las historias de varios abuelos, Nora ha venido a la residencia de la abuela de su amigo Guerrero, con sus amigos, claro. Su padre me ha obligado a venir para cuidar de ella.

El otro día me dijo que no confiaba en mí, que si me atrevía a tocar a su hija me mataría, pero aun así me tiene como su guardaespaldas, no hay quien le entienda.

Aunque no tenía muchas ganas de venir, al final me lo estoy pasando bien, a Nora se la ve despreocupada, cosa que no pasa muy a menudo, me gusta verla así.

—Paqui, ¿qué tal?—hemos venido para visitar a la abuela de Guerrero, pero también de paso nos hemos quedado a animar a los ancianos, yo he estado un rato hablando con Mike, un exmilitar americano que me ha contado historias alucinantes del ejército y ahora estoy con Paqui, una señora de ochenta y tres años que se conserva muy bien.

—Muy bien, gracias por preguntar.

—¿Lleva mucho tiempo aquí?—le pregunto curioso.

—Más del que me gustaría, pero al menos estoy con mi marido.

—Ah ¿sí? ¿Quién es?—pregunto mirando por toda la sala para ver de quién se trata.

—Mike, has estado hablando un buen rato con el—me quedo sorprendido, que casualidad.

—¿En serio? Es un gran hombre—digo recordando la historia que me ha contado, se nota que es un hombre que ha vivido mucho.

—Lo sé, ¿quieres saber cómo nos conocimos?—le brillan los ojos al hablar de él.

—Claro—¿cómo le voy a decir que no si me mira así?

En realidad, me dan un poco de pena, encerrados en este sitio, que bueno, tiene muchas comodidades porque se nota que es de lujo, pero falta lo más importante; la libertad, yo les entiendo porque llevo años sin la mía.

—Pues mira, cuando tenía dieciocho años—empieza a contarme Paqui.

Asiento para que siga contándome.

—Mis padres se mudaron a Miami, yo no quería irme, no sabía inglés y me tuve que alejar de todos mis amigos, pero cuando llegué allí, resultó que mi vecino era un apuesto militar de ojos azules, piel clara y ocho años mayor que yo. En cuanto le vi desde mi ventana me enamoré de él.

—Él nunca me había visto porque no salía mucho, me pasaba el día encerrada en mi cama leyendo novelas de amor y soñando que alguna vez me pasara algo igual, y así fue, el caso es que yo ayudaba a mi madre con las tareas del hogar, solo salía a comprar y llevar a mi hermano al parque para que jugara, así que no le había dado a Mike la oportunidad de que se fijara en mí.

—Hasta que un día estaba cortando el césped de la entrada de mi casa y él se fijó en mí—dice con una sonrisa melancólica, estas historias me ponen la piel de gallina.

—He de decir que sé fijo en mí porque él cortacésped se tragó una piedra grande y empezó a hacer ruidos raros, pero doy gracias porque entonces Mike se acercó y me preguntó si necesitaba ayuda.

—Yo me puse muy nerviosa, no me lo esperaba, le dije que no hacía falta, que podía yo sola, pero él como el buen cabezota que es, siguió insistiendo hasta que le dije que sí, cuando terminó estaba sudando, así que le invité a una limonada y estuvimos hablando toda la tarde, yo estaba súper emocionada.

—Pero si él era inglés, ¿cómo os entendíais?—pregunto queriendo saber más, estas historias son muy entretenidas y me hacen replantearme mi vida.

Cuándo yo sea un abuelo ¿le contaré mis historias a mis nietos?

¿Acaso puedo llegar a tenerlos?

Lo Último que se Pierde es la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora