31 "Toda la verdad"

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Nora

Se me hace eterna la llegada a casa, salimos del local a las 3:00 y son las 4:00, hemos venido en bus nocturno y ha tardado la vida y media en llegar, además Franco y yo hemos venido todo el rato en silencio, de la mano, yo iba mirando por la ventana para no tener que mirarle a la cara y él no sé a donde miraba, pero estaba claro que no le apetecía hablar conmigo.

Cuando llegamos tira de mí para que le acompañe a su habitación. Todo esto muy sigilosamente, porque ya lo que nos faltaba, despertar a papá. O bueno, a todos.

—Bueno...—digo sentándome en su cama con mucha delicadeza, tengo mucho miedo de lo que pueda decirme.

Se quita la camiseta y me la lanza a la cara, se quita los pantalones y se queda en calzones.

—Póntela, es mejor que estemos cómodos—dice y se sienta a mi lado en la cama.

—¿Me vas a contar una cosa que puede cambiar por completo mi visión sobre ti en calzoncillos?—le miro incrédula, este chico nunca dejará de sorprenderme.

—¿Te incómoda?—me mira como lleva haciéndolo desde que salimos de la discoteca, con miedo a decir o hacer algo que pueda molestarme.

—No, era solo una pregunta, aunque sí que se me hace difícil mirarte a los ojos—digo de broma para quitarle hierro al asunto.

Me quito mi ropa para ponerme su camiseta y al estar ya cómoda nos miramos y comenzamos a reírnos, creo que nos estamos volviendo locos, se supone que debo tenerle miedo, que debo odiarle, que no debo confiar en él... Y aquí estamos, ambos medios desnudos y riéndonos de nada.

—Madre mía, solo tú eres capaz de hacerme reír en un momento como este—me dice acercándose a mí.

—Bueno, la vida mejor tomársela con humor—le digo y me separo un poco—Igualmente, no te me acerques mucho, tengo autocontrol pero tampoco tanto, necesito concentrarme y si te acercas tanto me va a costar—vuelve a reírse y se apoya en la cabecera de la cama, lo más separado de mí, que estoy en los pies.

—Vale, como quieras, bueno...eh... no sé por donde empezar—su mirada se tensa y se le ve inquieto e inseguro, verle tan fuera de sí me hace sentir rara, él siempre es seguro, ingenioso, siempre sabe que decir en todo momento y ahora...

—Pues desde el principio, cuéntame de tu infancia—le miro con cariño, a pesar de todo lo vivido, no puedo evitar quererle y quiero con todas mis ganas poder entenderle, pero necesito que me dé razones para poder hacerlo, razones buenas.

Pues... a ver, desde antes de que yo y mis hermanos naciéramos, mi padre siempre estuvo metido en chanchullos, yo hasta una cierta edad no sabía qué tipos de chanchullos, pero cuando cumplí cinco años, esos chanchullos se le fueron de las manos y perdió casi todo su dinero, mi madre cayó en depresión, ya que ni si quiera teníamos para comer, ella sufría mucho por mí y por mis hermanos, además, ellos tampoco sabían lo que hacía mi padre, todos pensábamos que era empresario y que su empresa se había ido a la mierda, pero en realidad tenía muchas deudas con traficantes de drogas, más bien con una banda en concreto. Al principio les pidió tiempo para recuperar el dinero que les debía, y así estuvo años, todo el dinero que ganaba era para pagar su deuda por lo que a nosotros no nos quedaba nada, llegó un momento en el que mi madre no podía mantenernos a todos, así que dejamos el colegio, mis hermanos mayores me ayudaron a aprender lo típico, mates, lengua... Pero claro, lo Justo y necesario. Aún así yo era feliz, no teníamos mucho dinero, pero me gustaba pasar tiempo con mis hermanos, aunque a veces me entraban muchísimas ganas de llorar y hacer algo cuando veía a mi madre limpiándose lágrimas a escondidas para que no la viéramos triste, ella era muy fuerte y lo último que quería es que sufriéramos por ella.

Lo Último que se Pierde es la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora