Algunas personas se encargaban de la pesca en las orillas de los lagos de Yummeng mientras otros recolectaban las verduras y frutas frescas que ese día habían madurado. El clima característico del sitio hacía presencia, una calidez que emanaba los rayos de sol junto a una agradable brisa que hacía conjuntar una acogedora unión entre ambos.
Cerca del camino se encontraban cuatro mujeres cargando canastas de mimbre que contenían varas de incienso y fruta dulce, se dirigían hacía el templo del Dios del agua y la Diosa del viento que era representativo del lugar, aquel que el líder de secta tomó un peculiar tiempo en restaurar cuando ocurrió el asedio.
— ¡Ah! Estos días son muy agitados, en verdad que el clima nos favorece con la colecta.—la mujer mayor se abanicaba con su mano libre, mirando las relucientes manzanas que brillaban con la luz del sol en su propia canasta.
— ¡Tía! ¿Aún estamos muy lejos?—la más joven hacía un puchero mientras seguía subiendo las escaleras hacía el templo.—, si comemos una manzana antes de llegar, ¿El Dios se enojara?
La joven acercó su mano traviesamente para tomar una, recibiendo un golpe en el dorso de la mujer mayor junto a un regaño.
— ¡Bien, bien! Son todas para ellos.—alzó sus brazos en señal de rendición.
Seguían avanzando, cada tanto conversaban acerca de sus esposos que formaban parte de la secta Jiang u otros que se dedicaban a actividades del pueblo. La joven subía los escalones saltando hasta que visualizó el santuario de piedra en medio de los árboles, dentro había una mesa de ofrendas y dos estatuas a los lados de ésta.
— ¡Woah! Se ven tan imponentes, ¿Aquí dejo las ofrendas?
Señaló la gran mesa que se encontraba limpia, sin una mota de polvo. Ordenó cada fruta y pan que llevaban en las canastas dando un aspecto más vivaz al templo. Las mujeres mayores le enseñaron los rituales, extendiendo tres varas de incienso para que las encendiera.
— Cada año, venimos a dejar ofrendas a los Dioses que protegen estas tierras y lagos, la prosperidad de nuestro hogar se la debemos a ellos.—explicó la mujer mayor.
— Y al Líder Jiang, tan sólo era un niño de la edad de Xiang cuando tomó el puesto de su padre, no podía permitirse ni siquiera el tiempo de luto... pobre niño.
Xiang hizo un puchero mientras se mantenía arrodillada sosteniendo el incienso; cada que mencionaba a su líder siempre se lo imaginaba azotando personas con su arma espiritual aunque jamás lo había visto hacerlo. Nunca había salido de Yummeng así que no conocía todas las historias que se contaban sobre el despiadado Sandu ShengShou.
— Les agradecemos por todo.
Las cuatro mujeres hicieron una reverencia colocando una mano sobre otra e inclinándose con el mayor respeto. La mujer de mediana edad movía sus manos ansiosamente después de terminar, se levantó y giró con dirección a sus acompañantes.
— Ustedes... ¿Creen que sea buena idea orar para que el líder Jiang encuentre una esposa pronto?
Las mujeres a excepción de Xiang, abrieron sus ojos con sorpresa. En sus corazones, también deseaban que su líder tuviera alguien que pudiera cuidarlo, sabían que era una buena persona, complicado, difícil y obstinado, pero de corazón gentil.
— ¡Hagámoslo!—respondieron con una sonrisa.
Se inclinaron, hicieron su petición y dejaron los inciensos sobre las placas de los dioses, pero al ver que Xiang no se había movido ni un centímetro la regañaron.
— ¡Tía! pero, ¿En verdad pueden conceder milagros? Quizá si dejara de hacer ese gesto todo el tiempo podría conseguir una linda esposa, al menos la mitad de hermosa que la Diosa del Viento.
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Aquel templo abandonado donde te conocí
RomanceEn la parte más elevada de una montaña existía un templo donde yacía un joven que su destino fue alterado, las gélidas corrientes de viento susurraban secretos de días lejanos como un Dios donde la venganza era oculta, siseando como una serpiente qu...