Heridas

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— ¿Me estabas buscando?

Lo había esperado durante tantos días que escucharlo en ese instante y en ese lugar aún parecía un espejismo, pero ahora que nuevamente observaba esa cálida sonrisa se debatía en que hacer, su corazón se vio envuelto en una sensación desordenada.

El Dios después de sus palabras y sin obtener una respuesta, empezó a mover ansiosamente su abanico mientras pensaba en una justificación, su mente daba mil vueltas, pensando que quizá Jiang Cheng estaría enojado pero no por su ida, sino que lo había visto salir del templo, pensando que seguramente ya sabía de su verdadera identidad y que ya no lo quería ahí.

Sus labios se habían fruncido en preocupación mientras buscaba cómo explicarse, ignorando como el contrario se acercaba con determinación.

— Jiang-xiong... — una exclamación de sorpresa salió de sus labios después de llamarlo y darse cuenta de que su rostro era sostenido suavemente con ambas palmas.

Frente a él, dos pupilas de tonalidad casi violeta lo miraba con un sentimiento complejo que no podía discernir, su rostro estaba demasiado cerca que estaba seguro podría escuchar su corazón palpitando fuertemente. No se movió, esperando que el otro hablara o hiciera algo más que únicamente acunar su rostro y mirarlo con ese brillo tan intenso que hacía a cualquiera vacilar.

— Mm. — un claro sonido de afirmación se escuchó del contrario, notándose orgulloso y feliz. Como si hubiera hecho el mayor descubrimiento de la vida.

— ¡Ah! Umm... Jiang Cheng-... — Shi QingXuan balbuceaba, tratando de formular siquiera una oración después de observar el extraño gesto.

En cambio, Jiang Cheng solamente podía sentir calma al no tener pizca de duda en sus acciones al decidir acunar de forma delicada las mejillas contrarias y a su vez, forzar que ambas miradas coincidieran.

Eres tú... Eres tú, A-Xuan.

Se repitió en su mente, luciendo orgulloso por no rendirse en la espera. Aunque a su vez, se olvidó de todo lo que le diría, alejándose un par de pasos y retirando su toque de la tersa piel. Tratando de hacer que su propio corazón dejara de palpitar tan intensamente.

Sin dar tiempo a que su amigo respondiera, miró hacia las escaleras fingiendo que nada había pasado.

— ¿Tienes hambre? — murmuró volviendo a su tono habitual, como si nada hubiera sucedido.

Shi QingXuan aún trataba de asimilar todo lo que sucedía, esperó cualquier escenario menos ese repentino trato y mucho menos frente a su propio templo.

— Si tienes hambre, solo vayamos de regreso... aunque desconozco si en verdad un Dios puede sentirla.

Aunque su tono no era acusador, contenía la ironía que lo caracterizaba; sonriendo de lado por un momento al notar que el Dios tenía un notorio rubor y sus labios seguían balbuceando. Empezó a bajar las escaleras con seguridad, dejando a un Shi QingXuan aún más confundido que al inicio y aun con la sensación fantasma de la calidez de las manos contrarias.

— ¡Jiang Cheng! — gritó como forma de reclamo, apresurándose para encontrarse con el otro y seguir su ritmo.

Solo el viento los rodeaba acompañado de la risa nerviosa del de túnicas verdes y el andar de ambos entre las escaleras de roca.

— Entonces... ¿Tú lo sabes?

— Mm. Lo sé.

Un acuerdo tácito entre ambos se dio, no había necesidad de más palabras en ese momento. Solo eran ellos dos, sin títulos ni apariencias.

Aquel templo abandonado donde te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora