Finalmente el día había llegado, trayendo consigo un agradable clima soleado acompañado de una brisa húmeda proveniente del lago.
Jiang Cheng se encontraba frente al espejo mientras tomaba dos mechones de su cabello para empezar a trenzar y colocarlas por detrás de su moño, finalmente ató una cinta violeta. Caminó entre los pasillos con su ritmo habitual llevando consigo a Sandu mientras se dirigía al salón de la espada donde había quedado en verse con Shi QingXuan.
Sus túnicas violetas enmarcaron su silueta, mientras que sus facciones afiladas hacían destacar su intensa mirada, ya sea por lo atractivo de su temple o por la frialdad de sus expresiones; el líder de la secta Jiang era una obra digna de admirar.
Sin embargo, una vista más allá de aquella naturaleza solemne e imponente, llevaba consigo su temple lleno de tenacidad y firmeza; su personalidad envuelta en reminiscencias de un pasado lejano acompañado de la añoranza. Una personalidad moldeada de traiciones, muertes y un poco de anhelo.
Jiang Cheng era orgulloso, lo demostraba en su andar, pero también poseía un corazón noble y cálido que anhelaba recibir un ápice de amor a pesar de que más de la mitad de su vida se encontró envuelto en un manto de resentimiento y odio arraigado.
Sólo quien se tomara el tiempo de poder observar más allá de todo el duro carácter eran capaces de saber que eso no eclipsaba su propio ser.
Llegó al salón de la espada, donde al llegar dos discípulos abrieron ambas puertas para darle acceso, caminó adentro con un ligero aire de altivez característica mientras notaba al Dios que tan pronto como llegó lo recibió con una animada sonrisa que enaltecía sus atractivos rasgos.
Se levantó del asiento con entusiasmo para ubicarse al lado de Jiang Cheng.
— ¡Sabía que vendrías! Vamos o se hará tarde.
Las facciones del hombre de túnicas violetas se suavizaron gradualmente cuando notó esa brillante sonrisa, dejando que el contrario revoloteara a su alrededor.
— No iba a faltar mi palabra, además tienes que recordar nuestro acuerdo.
— Sí, sí, vamos a ver las aves.
— Tenemos tiempo, aún es temprano...
Salieron del salón, despidiendo a sus discípulos que lo acompañaban con un ligero movimiento de su delgada muñeca. El Dios daba pequeños saltos mientras caminaba a su lado con libertad, su abanico descansaba en su cintura y sus elegante túnicas verdes realzaban su estilizada figura, su cabello estaba atado en una media coleta con un velo blanco adornando la unión.
Una vez que se encontraron en la entrada del muelle de loto, Jiang Cheng desenvainó a Sandu.
— ¡Jiang-xiong! ¿Me llevaste hasta aquí solo para deshacerte de mí? ¡Ah! Eres malo, pudiste hacerlo antes y no ilusionarme con decirme que veremos patos con la manchita en su pico.
Shi QingXuan cruzó sus brazos indignado e hizo un mohín con sus labios, fingiendo exageración al ver la espada.
— ¿Eh? Pero esto es para llegar más rápido y no tomar un bote.—alzó su ceja, comprendiendo sus palabras para después hacer que Sandu se elevará y así mostrar que no había peligro—. ¿Me crees tan despiadado como para llevarte a un lugar con árboles y pastizal sólo para después ponerte el filo de la espada en tu cuello?
Su pregunta era irónica, pero no llevaba agresividad en sus palabras; aún así Shi QingXuan giró su rostro para murmurar para sí mismo:— La segunda vez que nos vimos lo hiciste.
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Aquel templo abandonado donde te conocí
Storie d'amoreEn la parte más elevada de una montaña existía un templo donde yacía un joven que su destino fue alterado, las gélidas corrientes de viento susurraban secretos de días lejanos como un Dios donde la venganza era oculta, siseando como una serpiente qu...