12. No podemos estar juntas.

596 81 3
                                    

Caminé hacia la parte trasera del restaurante donde trabajaba Rosé. Me había pedido vernos y le mentí a mi manager diciendo que debía irme por un problema con mi mamá. Doblé y vi la silueta de Rosé al final del callejón. Se dio vuelta al escuchar mis pasos y pude notar sus ojos rojos e hinchados. Mi sonrisa decayó y aceleré mis pasos. Llegué a ella y me miró con angustia.

—¿Qué pasó?— Susurré.

No dijo nada y me abrazó. Sus brazos rodearon mi cintura y su rostro se consoló en mi cuello. La rodeé con los brazos y acaricié su espalda. Susurré en su oído que todo estaría bien pero su sollozo me desconcertó. Era un sollozo dolido y angustiante, de esos que te dan ganas de llorar. Sus manos estaban aferradas a mi remera y sus sollozos se ahogaban en mi cuello. Luego de un rato su llanto cesó y su agarre se aflojó. Se alejó y limpió las lágrimas que habían quedado en sus mejillas. La miré preocupada.

—¿Estás bien?—Pregunté.

Asintió. Era obvio que mentía, pero no preguntaría si ella no quería que lo hiciera. Acomodé unos mechones de pelo que caían en su rostro y sonrió débilmente. Miré sus labios pero subí la mirada rápidamente, no era momento. Vi como reía suavemente y se acercó hasta quedar a centímetros de mis labios. Mis brazos no habían dejado su cuello y sus brazos no habían dejado mi cintura. Se acercó un poco más, cepillando sus labios con los míos, haciéndome rabiar. Sonrió burlona antes de finalmente besarme. Sentí mis piernas flaquear y ella me sostuvo entre sus brazos. Enredé mis dedos en su pelo y la atraje más a mí. Su lengua pidió permiso para entrar y lo concedí. Me pegó contra la pared y metió la pierna entre las mías, haciendo que un gemido escapara de mis labios. Se separó de mí respirando agitada. Sonrió y acarició mi mejilla dulcemente. Volvió a besarme, pero esta vez más sutil. Saboreé sus labios mientras acariciaba su nuca suavemente. Se separó.

—Siento haberte pedido que nos encontráramos tan de repente— Se disculpó.

—No pasa nada, está bien.

Sonrió débilmente. Las palabras de Tiffany resonaron en mi cabeza y mi sonrisa se borró. Ella tenia razón, no podía estar con Rosé. No podía estar con nadie, menos con una mujer que era cuatro años menor que yo. Sacudí la cabeza intentando alejar esos pensamientos, pero era inútil.

—¿Está todo bien?

Resoplé frustrada—Yo...nosotras..— Intenté decir.

—¿Nosotras..?— Cuestionó.

Me pasé la lengua por los labios y apreté los dientes, no podía decirlo.

—¿Jennie?— Volvió a cuestionar.

—No podemos estar juntas— Solté.

Su rostro se endureció y se alejó de mí. Un vacío me embargó cuando sus brazos abandonaron mi cintura.

—¿Qué quieres decir con eso, Jennie?— Preguntó.

Mierda, había estado llorando hace tan sólo unos minutos atrás y yo saltó con esto.

—Jennie— Habló—¿Qué quieres decir?

—No podemos estar juntas— Repetí—. Por muchos motivos.

—¿Cómo cuáles?— Preguntó fríamente.

Tomé aire, ¿que le iba a decir?

—Eres menor que yo, estaría mal visto.

Soltó una risita sarcástica y me miró incrédula.

—¿Tanto te importa lo que digan los demás?

—No creo que tú te aguantes a la gente mirándote mal por salir con alguien mayor que tú.

—¿Por qué, eh?

—Porque eres una niña.

Su mirada se oscureció y vi como los músculos de su mandíbula se tensaban. Se acercó a mí amenazante y retrocedí hasta que mi espalda chocó de nuevo con la pared.

—¿Una niña?— Escupió fría—¿Una puta niña? ¿Para que hiciste todo esto? ¿Para divertirte un rato?

—Rosé no quise decir eso, yo...— Intenté decir.

—¿Ah no? ¿Entonces que quisiste decir?

Me quedé callada sin saber que decir. Volvió a reír sarcástica y se alejó.

—Que te vaya bien, Jennie— Dijo con la voz quebrada y caminó para irse.

—Rosé—La llamé, pero no se dio vuelta—. ¡Rosé!

La perdí de vista. Se me formó un nudo en la garganta y se me llenaron los ojos de lágrimas. Me deslicé por la pared y escondí mi rostro entre mis piernas. Sollocé audiblemente y maldije. Sentí un dolor en mi pecho que hizo que me llevara las manos al mismo. Llamé a mi chofer para que me buscara y me llevara a mi casa. Casi diez minutos después, la camioneta se estacionó en frente del callejón. Me levanté, me dolía el cuerpo y mis manos temblaban. Me subí y me acosté en los asientos, cerrando los ojos e intentando aliviar el dolor de mi pecho.

SUPERSTAR||CHAENNIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora