† Capítulo 36 †

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Bajé a la cocina en busca de desayuno, mi estómago gruñía exageradamente. Últimamente no había estado alimentándome bien, cada vez sentía menos masa corporal en mí.

Omití la ida al coro y salí en busca de satisfacer mi estómago a la hora exacta de realizar el desayuno. Ignore las habladurías de la hermana Olivia y comencé a colaborar en la cocina.

Momento después se dirigió a mí con su típico mandato. ―Se no han acabado las judías, ve al invernadero y trae seis raciones de ellas. ¡Vamos, muévete!

Entorné mis ojos y tomé una vasija antes de salir de la cocina para poder apoyar las judías dentro de ésta. No tenía idea dónde buscar, no tenía mucho conocimiento sobre las plantas. No acabé la secundaria debido a que fui sometida a este infierno.

Gracias mamá. ―ironice desde mis adentros.

A casi siete metros de distancia pude visualizarlo, sonreí como una tonta y como si fuese un magnetismo, mis pies me llevaron a su dirección.

― Buenos días padre Ethan. ―Saludé, dándole una reverencia como todos solían hacerlo con los superiores.

― Maeve. ―Su expresión fue una de sorpresa al recibirme. Su cabello castaño brillante se encontraba desordenado, sus mangas estaban enrolladas hasta sus codos y sus manos estaban cubiertas de tierra fertilizada. Compuso su postura y sacudió sus manos. ― ¿Qué haces aquí?

― Se nos han acabado las judías y no tengo idea en donde...

― Oh, están por aquí. Ven. ― No dejó que terminara de hablar. No hacía falta, él sabía que todo en aquel lugar era desconocido para mí.

Lo seguí hasta llegar a unas enredaderas liadas a unas delgadas estacas, nos ganaban en alturas, parecían las del cuento de Jack y las habichuelas mágicas. Comenzó a cortar las vainas y a depositarlas en la vasija de porcelana. No dude en ayudar y esperar que el hiciera la mayor parte del trabajo.

― Ten mucho cuidado, ―recomendó― A veces suelen salir insectos peligrosos de las plantas.

― Lo haré. ―Dije viéndolo por encima de mi hombro. ―Gracias.

― Y dime, ¿Has terminado de leer el herbario ya?

¡Por el santísimo, el libro! ―maldecí por dentro.

¿Dónde carajos lo había dejado?

― Ehh...yo...―

― Padre Ethan. ―Una tercera persona apareció en el huerto. Era un acólito, mano derecha de los sacerdotes. Había sido salvada gracias a aquel hombre de aspecto asustadizo. Parecía que todo a su alrededor le aterraba.

― Matheo, ¿Qué novedades me tienes?

― El voluntariado se ha pospuesto para esta tarde señor. Greendale nos espera dentro de unas horas.

Se quedó en silencio asimilando todo por unos segundos.

― Perfecto. ―Finalmente habló junto con un asentimiento. ― Prepara los fondos recaudados, y manifiéstales a los demás que empaquen las donaciones que se encuentran en los almacenes.

Matheo asintió enérgicamente, luego lamió sus labios y prosiguió.― Una cosa más señor.

El de la mirada verdosa elevó sus cejas espesas esperando que aquel hombre temerario hablara.

― Se nos ha acabado la mirra señor. ¿Tenemos esperanzas de encontrar en el inmenso bosque? ―Su cara estaba hecha de toda una preocupación.

― Eso espero Matheo, gracias por avisar.

Secretos Oscuros en Isolated TownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora