Capítulo 6 - Hundirse o flotar

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[Capítulo 6 ─ Hundirse o flotar]

«Viernes, Mayo 23»

«Instituto Impel Down ─ Cafetería»

Zoro tomó un poco de la comida en su plato con el tenedor y se lo llevó a la boca, sin poder evitar levantar su mirada hacia el frente, aunque dos segundos después se reprochara a sí mismo por hacerlo. Sanji estaba ahí, hablando con Nami de sabría dios qué cosa ya que no alcanzaba a escuchar con todo el alboroto que había al rededor, pero sí podía ver la manera en que el rubio mantenía formada una pequeña sonrisa en los labios mientras se dirigía a su amiga, pero le dolía darse cuenta de que era falsa y que el brillo natural que antes podía apreciar en el único ojo que el chico no se cubría se había escondido. Le dolía aún más pensar en que eso tal vez no era algo nuevo, que el cocinero ya llevaba algún tiempo con ese semblante y él no se había percatado de ello, ¿qué clase de novio había sido?

Esos últimos días habían sido un verdadero infierno, Sanji no le hablaba más allá de lo estrictamente necesario y evitaba mirarlo tanto como le fuera posible, mientras que él por su parte no podía sacarle los ojos de encima, estudiando su comportamiento a cada momento. Los demás del grupo ya se habían percatado de su ruptura, aun cuando ninguno de los dos lo divulgara, pero sus amigos los conocían lo suficiente como para saber lo que significaba ese nuevo cambio de ambiente entre los dos. Luffy solía mandarle miradas entristecidas a ambos para después agachar la cabeza… ah, justo acababa de hacerlo de nuevo, ya había terminado con su almuerzo y no estaba tratando de robarle comida a los demás, seña de que de verdad debía estar algo deprimido por la situación, un gesto tierno de su parte el preocuparse por el estado de sus amigos, pero la verdad era que Zoro no tenía cabeza para intentar hacerlo sentir bien, si no podía siquiera aminorar un poco su propio dolor ni el peso en su pecho.

—Ah, esta semana sí que ha estado pesada ¿no? Menos mal que ya es viernes al fin —comentó Usopp con un suspiro.

Viernes…

Sanji acostumbraba quedarse a dormir en su casa desde los viernes, para así pasar todo el fin de semana juntos, haciendo cualquier cosa, saliendo al cine o a pasear por la ciudad, viendo películas en la sala de su casa, o simplemente quedándose encerrados en su habitación, sólo ellos dos y todos los besos y caricias que quisieran compartir. ¿Cuándo, con exactitud, había terminado eso? Porque no podía recordar el último fin de semana que pasara al lado de su nov… exnovio. ¿De verdad había pasado tanto tiempo desde eso? ¿En qué momento su relación comenzó a decaer de esa manera? ¿Cuándo había sido la última vez que viera una sonrisa en el rostro de Sanji mientras tomaba su mano o abrazaba su cintura, o que le diera un beso sólo porque se le había antojado hacerlo? ¿Por qué, con un demonio, había dejado que las cosas terminaran de esta forma? Él quería ver de nuevo esa deslumbrante sonrisa, quería escuchar cómo se reía a carcajadas de cualquier tontería que dijera o que se burlara de él, presenciar cómo su rostro se encendía de felicidad, quería sentir sus labios de nuevo y estrecharlo entre sus brazos hasta que estos se le cayeran porque esa sería la única forma de soltarlo.

Había pensado tanto en ello, incluso lo había soñado, la manera en la que podría recuperar a Sanji, qué era lo que tendría que hacer para poder verlo sonreír nuevamente a su lado, para que ese aroma tan dulce que poseía inundara sus fosas nasales, embriagándolo como ningún licor podría, pero ¿valía la pena intentarlo? Él daría lo que fuera por volver a tenerlo, pero, ¿y si lo hacía sufrir de nuevo? ¿Y si las cosas terminaban igual, o incluso peor? Ya no quería seguir viendo esa falsa sonrisa en su rostro, ni la soledad en sus ojos, ni escuchar el vacío de su risa forzada. No quería volver a provocar este desenlace. Habían ocurrido un par de ocasiones hasta el momento en las que Sanji parecía estar realmente feliz, o por lo menos algo más vital, y había sido gracias a la compañía de Nami, quien no se había separado de su lado desde aquél fatídico día. Gracias a ella la sonrisa del cocinero había logrado brillar un poco durante unos segundos. Tal vez su rubio pudiera en verdad llegar a ser feliz de nuevo, si él se apartaba del camino y lo dejaba avanzar. Aun cuando el sólo pensar en eso lo estuviera matando por dentro.

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