[Capítulo 17 ─ Tan cerca que no puedo tocarte]

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«Así que vamos a construir un puente, sí
Desde tu lado al mío
Yo seré quien lo cruce
Sólo dime que éste no es el final de la línea»
─Olly Murs ft. Demi Lovato, Up

Para cuando el oxígeno en sus pulmones se agotó, Sabo recordó que aún se encontraban frente a la puerta de su casa, y que cualquier persona que pasara por la calle podría verlos ahí todos acaramelados, por lo que se obligó a sí mismo a apartarse de los labios de Killer ─no sin antes plantarle un último suave beso. Se descolgó de su cuello y volvió a colocar los talones en el suelo ─porque sí, se había colocado de puntas para besar al mayor con más comodidad, malditos fueran él y su jodida altura.

Killer le acarició las acaloradas mejillas con suavidad, esbozando una dulce sonrisa. Él no necesitaba un espejo para saber lo muy rojas que estarían en ése momento. Algo avergonzado, se aclaró la garganta antes de hablar.

—Quizá sea mejor que vayamos adentro.

Un asentimiento fue la respuesta del mayor y Sabo se giró hacia la puerta. No fue sino hasta que la perilla no cedió en su intento por abrirla que recordó que seguía asegurada. Killer pareció ahogar una risa.

—Creo que necesitarás esto —dijo, un atisbo de diversión adornando su voz. Si era posible, Sabo enrojeció aún más. Tomó el juego de llaves que su acompañante le ofrecía, agradeciéndole en un murmullo atropellado, para en seguida volver a girarse.

Una vez en el interior de la casa Sabo se dirigió directo a la cocina. Necesitaba despejar su mente, pues lo muy aturdida que ésta aún se encontraba no le permitía pensar con claridad. Quizá un vaso de agua ayudaría. Le sirvió uno a Killer también, y después de darle un trago al propio pudo respirar con menos agitación.

—¿Cuándo llegaste? ¿Y por qué no me dijiste que volverías? —preguntó, con la mente un poco más despejada como para poder pensar en algo más que no fuera arrojarse a sus brazos y besarlo. Si lo pensaba bien, cuando recién lo vio no había carburado que, según él sabía, Killer debería estar en Skypea, a kilómetros de distancia.

Killer sostuvo su vaso en movimiento, jugando con el suave balanceo del agua en el interior—. Llegamos a la ciudad ayer, pero ya era noche y entre eso y el tiempo que me tomó arreglar algunas cosas inaplazables, se hizo demasiado tarde como para visitarte. No te llamé, tampoco, porque quería conservar la sorpresa.

—Sí, bueno, definitivamente me sorprendiste. Sobre todo porque habías dicho que no podrías venir durante las vacaciones —comentó, levantando una ceja de manera inquisitiva.

Los ojos azules del mayor parecieron cubrirse con alguna sombra antes de que desviara la atención al recipiente en su mano—. Sí, lo recuerdo, pero los planes cambian.

A Sabo no le pasó desapercibida la amargura impregnada en su voz. Apretó los labios en una fina línea y dejó el vaso en la encimera de la cocina. Ya era tiempo de que Killer abandonara todo ese misterio y los secretos que tanto insistía en guardarle.

Caminó los escasos pasos que los separaban y, con suavidad, colocó sus manos sobre los brazos de Killer. El mayor levantó la mirada de golpe, sorprendido por su acción. Al parecer no se había percatado del momento en el que se acercó a él, lo que sólo le confirmaba su distracción.

—¿Vas a contarme lo que está pasando contigo? —preguntó en voz baja. Intentó que no sonara como una exigencia, pues él no quería presionarlo demasiado. Quizá no supiera con exactitud lo que estaba pasando, pero basándose en el comportamiento de Killer podía suponer que se trataba de algo que lo afectaba hasta cierto nivel emocional, por lo menos.

Estoy a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora